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Un simple estudio del cuello uterino es más que suficiente, obviamente que esto debería incluir una colposcopía en forma rutinaria, método muy importante que se realiza mediante una lente en donde se pueden detectar lesiones precancerosas.
Por otro lado, acompaña a este procedimiento el estudio de las células del cuello uterino conocido como papanicolau, que deben ser estudiadas en su integridad tanto por fuera como por dentro del cuello uterino con el fin de detectar lesiones incipientes.
Una buena campaña de prevención de esta enfermedad podría reducir notablemente en menos de cinco años las tasas de mortalidad y de ser posible erradicarla.
Son bien conocidas las causas desencadenantes de estas patologías, una de ellas, el papiloma, virus en donde la mayoría de las veces los hombres son portadores sanos y lo transmiten en forma involuntaria. Otras causas son las relaciones sexuales muy precoces, el cambio constante de parejas, la multiparidad y las condiciones de higiene genital.
Por todos estos elementos de juicio no podemos decir que para desarrollar un cáncer del cuello uterino exista una edad. Desde el momento en que una mujer empieza a tener relaciones sexuales puede desencadenar cambios celulares en el cuello del útero en forma gradual y progresiva, de ahí la importancia de los controles ginecológicos en forma periódica, pudiendo esta ser de nueve meses a un año.
El cáncer de mama sigue en frecuencia después del cáncer del cuello uterino. Esta enfermedad con un origen y evolución muy diferente al cáncer del cerviz podemos en principio diagnosticarla muy precozmente mediante los autoexámenes, mamografías, ecografías y sobre todo las consultas con especialistas ante cualquier duda. Más aun si existe un terreno familiar que favorece la aparición de estas enfermedades.
Se recomienda en principio una mamografía a partir de los 30 años, si existen antecedentes familiares de cáncer mamario; en caso contrario, sería prudente a partir de los 40, lógicamente, si existe alguna duda y el examen clínico es sospechoso, es recomendable completar los estudios mamarios sin importar la edad.
Los avances en genética han permitido conocer mejor la predisposición de adquirir estas enfermedades, sobre todo cuando existen antecedentes familiares. Las mutaciones de los genes BRCA-1 favorecen la aparición de cánceres mamarios y ováricos. Los estudios de citogenética serían los procedimientos a realizar para conocer estas mutaciones.
Por otro lado, acompaña a este procedimiento el estudio de las células del cuello uterino conocido como papanicolau, que deben ser estudiadas en su integridad tanto por fuera como por dentro del cuello uterino con el fin de detectar lesiones incipientes.
Una buena campaña de prevención de esta enfermedad podría reducir notablemente en menos de cinco años las tasas de mortalidad y de ser posible erradicarla.
Son bien conocidas las causas desencadenantes de estas patologías, una de ellas, el papiloma, virus en donde la mayoría de las veces los hombres son portadores sanos y lo transmiten en forma involuntaria. Otras causas son las relaciones sexuales muy precoces, el cambio constante de parejas, la multiparidad y las condiciones de higiene genital.
Por todos estos elementos de juicio no podemos decir que para desarrollar un cáncer del cuello uterino exista una edad. Desde el momento en que una mujer empieza a tener relaciones sexuales puede desencadenar cambios celulares en el cuello del útero en forma gradual y progresiva, de ahí la importancia de los controles ginecológicos en forma periódica, pudiendo esta ser de nueve meses a un año.
El cáncer de mama sigue en frecuencia después del cáncer del cuello uterino. Esta enfermedad con un origen y evolución muy diferente al cáncer del cerviz podemos en principio diagnosticarla muy precozmente mediante los autoexámenes, mamografías, ecografías y sobre todo las consultas con especialistas ante cualquier duda. Más aun si existe un terreno familiar que favorece la aparición de estas enfermedades.
Se recomienda en principio una mamografía a partir de los 30 años, si existen antecedentes familiares de cáncer mamario; en caso contrario, sería prudente a partir de los 40, lógicamente, si existe alguna duda y el examen clínico es sospechoso, es recomendable completar los estudios mamarios sin importar la edad.
Los avances en genética han permitido conocer mejor la predisposición de adquirir estas enfermedades, sobre todo cuando existen antecedentes familiares. Las mutaciones de los genes BRCA-1 favorecen la aparición de cánceres mamarios y ováricos. Los estudios de citogenética serían los procedimientos a realizar para conocer estas mutaciones.