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La cirugía plástica permite romper el condicionamiento de aceptar los defectos o imperfecciones del ser humano. Sin embargo, la compulsión de recurrir a ella en exceso conlleva ciertos rasgos autodestructivos, que conducen muchas veces a la deformidad.
La vanidad no es un pecado, es la manera del ser humano de presentarse a sus semejantes, de posicionarse en el mundo, de aceptarse y ser aceptado, de agradar y agradarse a sí mismo. Mientras que las excesivas cirugías, esa misma vanidad llevada al exceso, resultan autodestructivas llevando a la deformidad, como en la mitología de Narciso.
Despojada de su aspecto negativo, la vanidad es constructiva al incentivar al hombre en la búsqueda de su perfeccionamiento, ya sea en su espiritualidad, en su coraje, en su intelectualidad o en su forma física.
Es un engaño juzgar que la corrida contra los efectos provocados por el paso del tiempo o la búsqueda de la belleza sean prerrogativas del hombre moderno. La fuente de la eterna juventud o la belleza la persigue el hombre desde tiempos inmemoriales. El cirujano plástico intenta buscar con el equilibrio la armonía entre el avance de las técnicas quirúrgicas y lo que busca nuestro paciente al acudir al consultorio.
Al corregir una deformidad o atenuar los efectos del paso del tiempo de los años, intentamos favorecer el ánimo de esa personas que necesitan encarar con más fuerza el día a día que le toca vivir.
"Doctor, busco que mi cara acompañe esa juventud y fuerza interior que siento en mí". El paciente no se conforma con el desequilibrio entre sus facciones, marcadas por el tiempo, y organismo todavía lleno de vitalidad.
Ahora bien, tampoco debemos caer en el exceso. Ese exceso marca la diferencia de cara o labios sin arrugas, expresiones artificiales, rasgos desarmónicos con el rostro, sin mímica ni expresión, denominados popularmente "Barbies", que están tan lejos de la belleza personalizada que uno imagina y hechos en series.
No debemos condenar la cirugía plástica por pacientes que buscan resultados antinaturales o cirujanos que proponen esa alternativa. A la persona la cirugía no le va resolver el problema, pero podemos proporcionarle una mejor calidad de vida, mediante el aumento de su autoestima. Envejecer no es una desgracia en sí misma, es un proceso natural donde el físico, la mente y el alma deben convivir en armonía.