Viajá y cometé locuras

Ver a tus músicos favoritos en vivo, viajar con solo una mochila al hombro o no dormir por tres días seguidos son locuras que tenés que vivir por el simple hecho de divertirte y experimentar. No está de más tomarse unas vacaciones para hacer algo descabellado, pues sería muy triste abrir los ojos a los 40 y darte cuenta de que no tenés nada que contar. Es momento de emprender una aventura, antes de que el tren de la juventud pase de largo.

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En el mundo hay un montón de personas que podrían sorprenderte, no te quedes solo con las que conocés, alguna vez arriesgate y entablá conversación con algún desconocido como si fuese tu amigo de toda la vida, quizá se convierta en uno.

No pierdas oportunidad de ir a ver a tus músicos favoritos, ya sea en el Paraguay, Brasil o hasta en la China; la clave está en ahorrar y sudar la gota gorda por cumplir el sueño. No hay nada mejor que quedar afónico luego de corear apasionadamente tus canciones favoritas.

Viajar tal vez sea la mejor experiencia que puedas vivir, así que animate, aunque tengas solo una mochila al hombro y apenas hayas comprado el pasaje. Siempre vale la pena cruzar la frontera, haces amigos por ahí y, por qué no, algo más.

No duermas dos o tres días seguidos, pasá la madrugada tal vez charlando con tus amigos, tomando tereré, y, de paso, disfrutá de la quietud que envuelve a la noche mientras mirás las estrellas esperando a que salga el sol, vas a ver que no importarán las ojeras y el cansancio.

Jugá “congelado” con extraños por la calle, tocales el hombro y corré lo más rápido que puedas, sería adrenalina pura.

Tirate del paracaídas, escalá un cerro o practicá un deporte extremo; la reserva de Mbatoví es una buena opción para desafiar tus miedos.

Visitá los lugares más lindos de tu país, no pierdas la oportunidad de conocer Laguna Blanca o Itakuá.

Si las personas te dicen loco por realizar todo esto, dales la razón, pero sugeriles que se tomen unas vacaciones de la rutina y recordales que la juventud no dura toda la vida. Que no te lleguen los 40 sin tener algo que contar.

Por Ayelén Díaz Chaparro (18 años)

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