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Más de tres millones de jóvenes asistieron a la Jornada Mundial de la Juventud, en Brasil, para encontrarse con una autoridad moral: “el Papa”. Estos descubrieron en Francisco mucho más de lo que fueron a buscar. El modesto “fiat” en el que se movilizaba, el cariño que desparramaba entre los niños, enfermos y ancianos, el mate que con gusto aceptaba de cualquier peregrino, hicieron de Francisco un pontífice más humano y cercano a la gente.
¿Quién mejor que Jorge Mario Bergoglio, un hombre que llama a las cosas por su nombre, para hablarnos de juventud? Sus mensajes no necesitan explicación: “Ustedes, queridos jóvenes, poseen una sensibilidad especial frente a la injusticia. Sean protagonistas de cambios sociales. ¡No balconeen la vida! Jesús no se quedó en un balcón, se metió en la vida... ¡Métanse en ella como lo hizo Jesús!”.
El Santo Padre tampoco ahorró palabras para defender la dignidad de los jóvenes y mostrar su indignación por esta lamentable situación: “El porcentaje de jóvenes sin trabajo, sin empleo, es muy alto. Se está gestando, peligrosamente, una generación que no tiene la experiencia de la dignidad del trabajo”.
La juventud ya no se conforma con discuros teológicos, prefiere testigos de fe y palabras que lleguen al corazón. Es así que la visita del Papa a Río fue un éxito, pues no defraudó a los presentes. Ojalá sus sabias palabras no las lleven las olas de Copacabana ya que, como dijo Juan Pablo II, “es en el corazón del joven donde se dibujan, se proyectan y se forjan las perspectivas futuras de la humanidad”. Que la belleza plástica de esta frase no menoscabe la profundidad de su significado.
Por Jorge de Jesús Flores (20 años)