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No solo las mujeres son las que juzgan la masculinidad de un individuo, nuestros propios padres desde chicos ya nos moldean. “Tenés que ver fútbol mi hijo, ser macho, nada de querer ser bailarín o peluquero; eso es cosa de nenas. Jugá con autitos, solo las mujeres usan color rosado, etc.”
En la escuela, si había algún desastre, los culpables eran los varones. ¿Se rompieron todos los espejos del baño de nenas? Sí o sí fueron los nenes, quedan todos expulsados.
A medida que vamos creciendo, la presión aumenta. Si querés salir con una muchacha tenés que pagar todo, buscarle y llevarle de vuelta a su casa sin importar qué tan lejos viva. Si se te ocurre proponer dividir los gastos, esa mina ya perdió total interés en vos.
Ser el sexo fuerte es difícil, nos tratan de mulas de carga. No podemos tener miedo. Si hay peligro, tenés que sacrificarte como harían los príncipes de Disney. Una mujer que golpea a un hombre es valiente, decidida, independiente; en el caso del varón es un golpeador, psicópata, que tiene que estar preso.
A la hora de salir a bolichear de noche, las chicas se arreglan y maquillan, aunque no sean tan lindas un poco de lápiz labial y rimel ayudan, pero si naciste feo no hay magia que te salve y si pensás en maquillarte sos “raro”. Llegaste a la discoteca y ves dos filas para entrar, la de las mujeres es más corta, ya que ellas entran gratis, y la de los hombres llega hasta China, encima que tenés que pagar la entrada.
A pesar de todos estos aspectos negativos, la vida de los varones siempre va a ser más fácil, aunque las chicas nos la compliquen bastante. Dale gracias a Dios si naciste hombre.
Por Mauro Arriola (20 años)