Cargando...
Competencias físicas, de baile o canto son las modalidades que, generalmente, ofrecen los realitys. Si bien sirven de vidriera para nuevos talentos, el objetivo es vender según la exposición de la vida íntima de sus participantes. Algunos son menos evidentes que otros; sin embargo, la finalidad es siempre la misma: lucrar a costillas de jóvenes “carilindos”.
La ilusión a la hora de ser parte de un programa farandulero es grande, el sueño es ganar, hacerse famoso y querido por las personas; claro que se cumple en muchos casos, pero ¿será duradera esta situación? Pues existe el peligro de que mañana se vuelva a la vida real sin pena ni gloria.
Como siempre, existen excepciones. Varios jóvenes, luego de haber participado en competencias de tevé, se quedan trabajando en los canales de la pantalla chica, ya que quien tiene talento o, por lo menos caradurez, va a lograr sus objetivos como sea. El problema es dejar de lado los estudios por correr detrás de la locura de ser famoso.
¿Por qué existe la necesidad tan fuerte de querer que todos te conozcan y, por sobre todo, halaguen? La autoestima no se basa en lo que los demás crean de vos ni debería ser influenciada por factores externos tan superficiales. Uno tiene que ser consciente de quién es; es decir, si sos inteligente, contás con mucha capacidad o sabés que cada vez que te propongas una meta vas a lograrla, no es indispensable que haya gente a tu alrededor todo el tiempo diciéndote que “sos lo más”.
A una persona que se conoce, y no depende de otros para entender que vale mucho, no le gustaría volverse popular por el simple hecho de ser famoso, sino por sus cualidades (no precisamente hablamos de curvas) y, quizás, hasta lo logre sin siquiera tener esa intención. Entonces, ¿creés que vale la pena dejar de lado los estudios por ser una estrellita que mañana podría no tener más que recuerdos de una época dorada?
Por Ayelén Díaz Chaparro (18 años)