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Por Mariela García (20 años)
Sábado 23: Mbeju para empezar, luego el chicharõ trenzado con abundante mandi’o y hay espacio aún para un pajagua mascada; estás supersatisfecho y acabás de llegar a la fiesta de San Juan. Luego de los tradicionales juegos o los modernos que se incorporaron en los últimos años, te disponés a ir a tu casa para descansar o para probar suerte en el amor.
¿Qué tiene que ver lo uno con lo otro?, seguro pensás. Pero para quienes gustan de las tradiciones y un poquito de la mística, la víspera del 24 de junio es superimportante. Ya se ponen a buscar la vela, el cuchillo, el maíz y comienzan con el ritual para que el santo traiga el amor. Mientras unos ya están durmiendo, otros ya pusieron papelitos con nombres bajo su almohada, dejaron caer la tinta sobre la hoja blanca y con miedo se animaron a mirarse al espejo.
Todo lindo, todo lindo. La festividad de San Juan acarrea consigo muchas cosas. La oportunidad de saborear las comidas y los postres típicos, jugar al yvyra sýi y pasar un rato agradable con la familia, amigos, vecinos, etcétera, y hasta las pruebas que se mencionaron anteriormente.
Lo malo es que van desapareciendo estas costumbres para dar paso a lo comercial y al lucro. Esto se debe, según algunos, a la pérdida de valores morales, por el desinterés en la tradición y en las buenas costumbres.
Por más que ya no sea algo tan practicado en nuestros días, están quienes igual cumplen con los rituales del San Juan Ára, más por diversión que por creencia. Algo es algo entonces, pero sería importante buscar las riendas y recuperar lo que vamos perdiendo. Son cosas que nos identifican como pueblo y que enriquecen nuestra cultura, y si salimos a favor del santo, quizás nos diga que sí este año.