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Antes de cualquier comentario, siempre debemos analizar si es o no necesario dar a conocer lo que tanto nos inquieta. Es prudente que antes de hablar nos hagamos las siguientes preguntas: ¿Es verdadero aquello que escuché o no pasa de ser un rumor malintencionado? ¿Lo que deseo comentar es constructivo para alguien? Y, por último, ¿es conveniente que alguno más lo sepa?
Las personas que siempre hablan de los demás y repiten todo lo que ven y escuchan son expertas en promover discordias y ocasionar odio entre vecinos, amigos y parientes. El daño que este tipo de individuos ocasiona es incalculable, porque en la mayoría de los casos el chisme perjudica la imagen positiva de la víctima de turno, generando el rechazo de la sociedad hacia el acusado, pues “quien cree todo lo que oye juzga lo que no ve”.
Dondequiera que nos encontremos, estaremos rodeados de calumnias y chismes; quizás no podamos evitar escucharlos, pero sí impedir que nuestra boca salga los repita. No olvidemos que en la vida todo lo que hagamos tarde o temprano nos vuelve; debemos pensar en lo mal que nos sentiríamos si fuéramos nosotros el blanco de esas patrañas. Si prestáramos mayor atención a las palabras que pronunciamos, evitaríamos caer en situaciones desagradables.
El chisme es tan viejo como el hablar; esto se debe a que ambos van de la mano. La mentira no distingue a ricos ni pobres; tampoco respeta lugar: tanto el cole como la ofi son espacios propicios para generar cualquier tipo de rumor. La persona a la que le gusta charlar acerca de los demás constantemente está al acecho de su próxima presa; cualquier movimiento fuera de lo cotidiano puede echar a andar la maquinaria del rumor. ¡Cuidado! Vos podrías ser el próximo.
Por Matías Orué (18 años)