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En una relación seria, justo antes de dar un paso más, es necesario que conozcas a tu suegra, un capítulo muy delicado, porque pueden presentarse inconvenientes. Así por ejemplo, la señora podría aplicar ciertas mañas; están las que juegan a ser detectives, de esas que averiguan por todos lados acerca de tu currículum y te examinan de pies a cabeza, bombardeándote con preguntas; esperan tu primera equivocación para señalarte con el dedo acusador.
De por ahí tenés la “suerte” de encontrar la “suegra bruja”, a la que le encanta crear conflictos, inventar historias sobre su yerno, de modo de desacreditarlo ante su hija. Si hace falta, dirá que lo vieron drogándose en la plaza mientras era abrazado por una decena de mujeres. ¡Es todo un peligro!, por desgracia, es el tipo más común.
También son muy frecuentes las de carácter bipolar, singular especie que difícilmente aprenderás a entender; a veces podés encontrarla riendo y hablando hasta por los codos, otras encerrada en su pieza, sin salir siquiera a saludar. En esos casos, lo adecuado sería que llegaras con mucha cautela para prevenir una reacción negativa.
Las que se encuentran en peligro de extinción son las suegras amorosas, que adoptan a los novios como hijos y los apoyan para continuar la relación; hasta pasan datos para quedar bien con sus hijas cada vez que te mandás una macanada. Lastimosamente, las estadísticas señalan que solo uno de cada cien la encuentra.
Aunque te cueste creer, si tu suegra te fastidia, no es porque necesariamente se haya tomado contigo, sino que es un proceso natural, pues hasta antes de que aparecieras, la mamá de tu actual pareja era el centro de atención, y el hecho de aceptar de que ahora hay alguien más suele crear sentimientos de celos y rechazo hacia tu persona.
Por Matías Orué (17 años)