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Aunque en nuestro país no hay un estudio o estadísticas de cuántos niños y adolescentes viven con sus abuelos, es de público conocimiento que existe una gran cantidad de jóvenes que pasan por esta situación. Generalmente, se da el hecho de que los papás se separan y cada uno forma una nueva familia o, en todo caso, dejan a sus hijos a cargo de su “tata”, ya que ambos padres, o uno de ellos, van al exterior a buscar mayores oportunidades de trabajo y una mejor calidad de vida.
Pasados los años, ya no vuelven, por lo que el niño queda completamente a cargo de los abuelos. Este va criándose con ellos y les gana un gran cariño, debido al trato especial y al amor que se le brinda, por lo que pronto se convierte en abuelo o abuela memby. Es más, el chico dice “mamá” a su tata y “papá” a su lelo, y ve a sus tíos como sus hermanos.
Pero esto no ocurre en todos los casos, ya que también existen malos abuelos que golpean o maltratan a sus nietos. O, a veces, son cómplices de los abusos y agresiones que sufre el niño de parte de sus padres, o de la nueva pareja de alguno de sus progenitores.
La mayoría de las veces existe una mayor conexión del niño con la abuela, pues es ella quien le cocina lo que quiere, le prepara el uniforme del cole o lo despierta si se le hace tarde. Pero no por eso el abuelo deja de ser importante, pues, si sos nene, es él quien te aconseja siempre y te ayuda a ser “hombre”; pero si sos nena, te cuida más que a su propia vida y no permite que tu “chico'i” te haga daño. Eso solo si es que te deja tener novio y no es tan celoso.
Ser abuela memby no significa ser malcriado o ate'y˜. Pasa que nuestros abuelitos nos quieren tanto que dan todo por nosotros, incluso entregarían su propia vida. Ellos nos consienten, limpian, cuidan, guían y ayudan y, por estos y otros motivos, es genial eso de tener padres “extras”: dos que te dan la vida y otro par que te enseña a vivirla.
Por Brian Cáceres Verón (17 años)