Cargando...
En la Edad Media al trastorno mental se lo relacionaba con el demonio, pues las personas pensaban que la víctima estaba poseída por espectros malvados y que tenía algún vínculo con la brujería, así que el tratamiento para liberar el alma era la tortura o la hoguera. Actualmente, la contienda entre la psicología y la religión es muy dura, porque mientras la medicina considera al afectado un paciente que requiere de un profundo tratamiento profesional, para la religión es un ser dominado por espíritus malignos.
La ciencia considera que diferentes enfermedades, como la epilepsia, la esquizofrenia e histeria, son confundidas con la posesión demoniaca y fundamenta que se producen a raíz de daños cerebrales: por golpearse la cabeza, consumir drogas, o provocados por bacterias, virus y afecciones mentales heredadas genéticamente. Por eso, para los médicos es muy sencillo ver la tenencia maligna solo como una superstición, fruto de la imaginación colectiva.
Para las iglesias, el individuo, durante una posesión, sufre del ataque de un espíritu maligno, un demonio o hasta el mismo Satanás. Estos entes se introducen en el cuerpo de la víctima y comienzan a controlarla con gran violencia, dejándola inconsciente y provocándole tremendos daños e incluso, hasta la muerte —no sin antes causar profundos calvarios—. Además de que el afectado hable con fluidez en diferentes idiomas, tenga fuerza sobrehumana y la capacidad de predecir eventos futuros.
El reconocido exorcista del Vaticano, Sante Babolin decía que de los casos que piden un ritual de liberación, el 2 % son verdaderas posesiones diabólicas y el 98 % restante, incidentes psiquiátricos. Así que la creencia o incredulidad en las tenencias demoniacas es muy común, y a esto contribuyeron el cine, la literatura y diversas ficciones, que han exagerado los sucesos malignos, por lo que para algunas personas se tratan de situaciones verídicas y según otras son mitos o falsedades.
Por Ricardo González (19 años)