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"Mi novia ya no me hacía caso; entonces, le pinté las uñas y me salió muy bien. Luego, ella les mostró a sus compañeras y, desde entonces, las chicas empezaron a maravillarse de mi trabajo; inclusive, compartían imágenes en el Facebook y llovían llamadas que solicitaban todo tipo de diseños", relata Fernando. Asegura que le encanta embellecer las manos femeninas, ya que lo hace de forma muy inspirada.
Confiesa que recibió todo tipo de críticas por hacer "cosas de mujeres", pero que aun así nunca se sintió mal, ya que está plenamente consciente de que realizar ciertas tareas no puede disminuir la masculinidad. "Inclusive, mis amigos querían trozarme, pero tuve el apoyo de mi novia y familiares, ellos siempre fueron pilares para mí", asevera.
Cuenta que tuvo que dejar de estudiar cuando estaba en el segundo año del bachillerato porque, en ese momento, su familia no pasaba por una buena situación económica y él deseaba ayudar. Entonces, buscó trabajo por doquier y no le fue bien, ya que al estudiar cuesta conseguir un puesto laboral que sea flexible con el horario; además cuando a duras penas lograba encontrar uno, los empleadores no le pagaban el monto acordado al principio.
El joven informa que no descansa, pues por las noches se dedica a repartir pizzas, principalmente los fines de semana. Asegura que el trabajo es bastante peligroso por la inseguridad que hay en las calles, y que en una oportunidad recibió un llamado para llevar un delivery y, al llegar, dos motociclistas armados le aguardaban y solo por suerte pudo zafar.
Lamenta el hecho de no poseer estudios concluidos, ya que muchas veces eso fue obstáculo al buscar un puesto de trabajo. "A las empresas no les interesa si tenés talento cuando ya saben que no terminaste ni el bachillerato". Admite que su sueño es reanudarlo cuando consiga una estabilidad económica. "Los jóvenes nunca debemos rendirnos ante las puertas cerradas, porque el ingenio y la persistencia pueden ser nuestros salvavidas", finaliza.
Por Dayhana Agüero Brítez (19 años)