Cargando...
¿Qué importa si es mentiroso, si antes ya ocupó un cargo público y no hizo nada productivo por el país? ¡Es de mi partido! Este es uno de los pensamientos más arcaicos que pueden existir, pero es el de varios ciudadanos de nuestro país, que cuando tienen que optar por un gobernante no miran el perfil del mismo, sino el color de bandera que lleva a cuestas.
Hay varios tipos de “fanáticos”: aquellos que por unas monedas son capaces de seguir hasta el fin del mundo a su líder, y para colmo van detrás de él en ómnibus chatarras que se destartalan en el camino. ¡Qué importa!, si el “chupi” es gratis después del discurso.
También están aquellos simpatizantes que no necesitan “estímulos” para hacer porras a su ídolo, que son de un partido porque sus padres, abuelos, bisabuelos y ancestros eran fieles seguidores del mismo. Estos ni siquiera saben cuáles son los “conceptos” que maneja su adorada institución, es decir, no están afiliados por convicción propia, solo por herencia, ya que tienen que “respetar la tradición de su familia”.
Las opiniones más sensatas, realistas y objetivas no tienen relevancia si las dijeron algunos que no forman parte del “noble y honorable partido” al que hacen hurras. Una persona honesta, trabajadora y que en verdad quiere sacar adelante al país, o una comunidad, no va a tener posibilidad de ser electa en votaciones si no lleva un pañuelito del color de algún partido popular en el cuello.
Es triste saber que, estando en el 2013, luego de toda la crisis que vivió el país por culpa de gobernantes insensatos de partidos políticos populares, el pueblo parece no aprender que los que podrían sacar adelante al país tal vez no sean simpatizantes de las instituciones con más cantidad de afiliados.
Por Ayelén Díaz (17 años)