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Comenzó como b-boy, bailando break dance en competencias. Se formó en la academia Natalia Valdéz y luego conoció el freestyle que es una forma de hacer letras de rap improvisando con lo que se ve o pasa en el momento. Se dio cuenta de que para eso necesitaba ser muy inteligente. “Mucha lectura nomás metele”, afirma Rodrigo, quien recibió este consejo y fue así que se inició con libros de filosofía y ya después al tomar el hábito, se deleitaba leyendo todos los textos que encontraba.
Cuenta que el día de la competencia “Batalla de rimas 3” se animó a ir, aunque estaba enfermo porque quería apoyar a la cultura urbana. De 60 raperos, él quedó en la final con un contrincante llamado Verso, que lo superaba en edad y experiencia, aún así lo venció en la batalla. Afirma que al comienzo cuando entraba a rapear la gente decía: “¡quién pio ese es!”, pero ahora es diferente, pues lo reciben con gritos y ánimos que lo inspiran.
No tenía mucho apoyo de su mamá, pero logró obtenerlo después de la competencia, cuando esta vio el nivel que iba teniendo Rodrigo. Todos los días sale temprano con un parlante en manos y la compañía de su mejor amigo con quien trabaja subiéndose a los colectivos y haciendo lo que le gusta; el freestyle. Improvisan sobre lo que ven y, generalmente, sacan una sonrisa a los pasajeros.
“Ahora ya saben que existo en la cultura”, expresa. También nos cuenta que con sus premios de competencias y lo que gana en los ómnibus le gustaría grabar su primer disco, un sueño no tan lejano, ya que tiene más de diez temas terminados. Nos explica que en el freestyle no se puede copiar y que cada uno es su propio profesor. “No tenés que bajonearte, aunque la gente te critique o te diga patotero y si querés ser groso así como se dice acá en Paraguay, tenés que meterle duro y leer mucho”, finaliza.
Por Lía M. Barrios (18 años)