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La esgrima se divide en las categorías de espada, florete y sable. Natalia se especializa en la primera, pero este año se consagró campeona nacional en la segunda. “Para perfeccionar las técnicas, hay que enfocarse en un arma; ser experto en las tres es muy difícil”, dice.
Perú, Guatemala, Colombia, México y Brasil son los países a los cuales el deporte la llevó, mientras que gracias al violín ya fue a la Argentina. Asimismo, ganó varias medallas de plata y oro a nivel nacional, como también en el exterior durante competencias de esgrima. En cuanto al arte, se recibió de profesora elemental de Música y, actualmente, estudia Profesorado Superior en la materia.
“El violín es muy sentimental, se trata de expresar todo lo que tenés dentro; en cambio, el deporte es más disciplina y esfuerzo físico; para mí, es una combinación perfecta”, confiesa. Manifiesta que en el futuro –aunque es probable que el tiempo le sea escaso– seguirá llevando a cabo sus dos pasiones, por lo menos, enseñando.
Según la joven, la clave para ser un buen esgrimista se basa en la capacidad de reaccionar rápido y en la agilidad: “En este deporte son muy importantes la inteligencia y concentración. Además, se requiere un entrenamiento enfocado en la disciplina, así como otro que ayude a mantener un físico apto en general”.
“La satisfacción que te da lograr una meta es indescriptible. No hay nada como colgarse unas medallas luego de combatir o recibir una ovación después de dar un concierto”, declara. Aconseja a los jóvenes que inviertan su tiempo en el deporte o la música, pues allí encontrarán alegrías que no sentirán en otras disciplinas.
Por Ayelén Díaz Chaparro (19 años)