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¿Qué sentís cada vez que subís al escenario?
Obviamente nervios, no hay nada como la sensación de estar frente al público y la adrenalina de que las cosas te deben salir bien y en una sola vez; todo esto es parte de la magia que vive un artista. El día en que deje de sentir mariposas en el estómago cuando subo a las tablas, me plantearé si me sigue gustando lo que hago.
¿Qué es este oficio en tu día a día?
Es mi vida; las cosas que me hacen feliz se resumen en el arte.
¿Te suelen comparar con tu madre, Adela Mercado?
Sí, por supuesto, en los años anteriores ya nos comparaban, y eso que hacemos cosas diferentes; yo canto y actúo, en cambio mi mamá está en el noticiero. Aun así muchos dicen: “Vos participás del programa Rojo el valor del talento porque sos la hija de Adela”, eso es debido a que tengo una madre talentosa. A mí me costó el triple demostrar mis capacidades para ser reconocida por mis propios méritos. Lo mismo le habrá pasado a Rubén Rodríguez Junior o a Rubencito Rubín.
Cumpliste muchos de tus objetivos, ¿tenés algún otro?
Quisiera dedicarme a la docencia de teatro musical en 10 años aproximadamente, pero es un género que no está muy instalado en el país. Aquí tenemos escuelas de teatro y actuación ante cámaras, aunque de comedia musical todavía falta, es por eso que deseo abrir una en el futuro.
¿Algún mensaje para nuestros lectores?
Que se formen para lo que sea, que quieran hacer porque las cosas no caen del cielo. Conozco a personas que tenían sueños, pero luego se conformaron con lo que la sociedad les impuso. Siempre existirá gente que te dirá “no” a lo que deseás, el secreto es ser perseverante y educarse en lo que a uno le apasiona. La realización profesional es sumamente importante para ser feliz. No hay nada más lindo que despertarse con alegría para ir a trabajar.
Por Aristides Arámbulo (17 años)