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“¡Qué pucha, ya no tengo luego tiempo para nada!”, decís cuando tenés demasiadas actividades y estás muy ocupado, pero igual nomás andás con el cel en la mano. Cuando te sentás a hacer tus tareas de la facu o el cole, ponés cualquier excusa para mirar la pantalla de tu móvil y, luego, te das cuenta de que gastaste todo tu tiempo de estudio mensajeando o viendo fotos en las redes sociales.
El uso de la tecnología, sin dudas, va produciendo cambios drásticos en nuestra rutina. Al levantarte, la primera actividad que hacés es mirar tu cel y enterarte de las publicaciones o mensajes de tus amigos en Facebook, Instagram o WhatsApp. A la hora de cenar, cambiás el tenedor por el celular y dejás enfriar tu comida para contestar todos tus mensajes pendientes.
Comparando con décadas anteriores, los estudiantes no tenían la comodidad de chatear para enviar sus temas de trabajos prácticos, planear salidas ni, mucho menos, jugar Play. En cambio, hoy en día, la típica frase de los jóvenes es “enviame nomás la foto de la tarea por WhatsApp”, que por pereza dejan todo para última hora y se sienten demasiado cómodos con la tecnología.
¿Alguna vez te olvidaste el celular en la mesa de tu pieza o el escritorio de tu trabajo? Seguramente, fue algo catastrófico. O cuando, a medio camino, te percataste de que tu “lelu” no estaba en tu bolsillo ni mochila. Te sentiste incomunicado, prácticamente desnudo y te preguntaste a cada rato quién te estaría escribiendo, o si recibiste alguna llamada importante.
En estos días tenemos la oportunidad de obtener accesorios tecnológicos, como laptops, teléfonos y relojes inteligentes, entre otros, que nos ayudan a estar constantemente comunicados con nuestro entorno. Nadie te prohíbe que uses tu cel, pero lo recomendable es que te diviertas al máximo utilizándolo de una forma adecuada.
Por José Peralta (18 años)