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Es común que un joven sea rebelde cuando hay algo que no le agrada, más aún si la madre o el padre trae a “personas extrañas”; en ese momento va a sentir miedo de que el individuo que se hace llamar novio/a ocupe el lugar del ser querido que ya no está en la casa.
En algunos casos, los hijos aceptarán una nueva relación de sus padres porque les conviene, da igual o no molesta. Pero si no es de esa manera, los adolescentes buscarán deshacerse de la persona que intenta usurpar el sitio que pertenecía a su verdadero procreador.
Si el divorcio es muy reciente o los hijos son muy posesivos, será bastante dificultoso o hasta imposible que se conciencien de que sus padres están rehaciendo su vida sentimental y que esa persona desconocida pueda pasar a ser parte del hogar.
Un problema que podría obstruir la formación de la nueva familia podría ser que, después del divorcio la madre o el padre, al no tener una pareja, centren todo su cariño en sus hijos y ellos se vuelvan dependientes de esa atención.
En cualquier caso, siempre debe tenerse en cuenta la realidad de los jóvenes, ya que algunos son frágiles en esta trama y, si bien para los adultos encontrar un nuevo/a compañero/a supone la posibilidad de rehacer su vida de pareja, para los adolescentes implica un cambio importante y no siempre será fácil de asumir.
Pero aunque sea complicado hacerse a la idea de que esta situación pueda acontecer después de una separación, como jóvenes debemos reconocer que todos tienen derecho a otra oportunidad y más a llevar una vida normal, por lo tanto, es necesario tratar de que esos celos no interfieran en la armonía del hogar.
Por Carlos Gómez de la Fuente (16 años)