Jasy Jatere y Kurupi, las pesadillas del mita'i

Llegaba la hora de la siesta y, como de costumbre, tu mamá te obligaba a tomar un descanso con la amenaza de que si no dormías por querer salir de la casa, te iba a raptar Jasy Jatere o quizá el Kurupi. Como no querías poner a prueba los relatos de tu madre sobre personas que desaparecieron luego de desobedecer esta orden de reposar, entonces, la única opción era quedarte en la casa.

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En la infancia, grande era el temor hacia los mitos y leyendas, ya que los rumores que comentaban vecinos y familiares asustaban. Así que, si los padres no querían que sus hijos salgan de la casa al mediodía o por las noches, se aprovechaban del miedo que imponían las anécdotas fantasiosas, las cuales, por muchas personas, eran consideradas verdaderas e incluso otras decían haberlas vivido.

Una de las historias es la del Jasy Jatere, un niño hermoso, pequeño, desnudo, de cabellos dorados y ondulados, portador de un bastoncito de oro, fuente de su poder; vive en el bosque y se lo considera el genio de la siesta. Según la mitología guaraní, atrae a los niños con su silbato, los rapta y los lleva al bosque, en el cual los retiene durante un tiempo, los alimenta, juega con ellos y después los suelta o deja enredados en ysypo. Los chicos que regresan se vuelven tontos o mudos.

Otro relato es el del Kurupi, uno de los monstruos legendarios; tiene apariencia de hombre bajo, fornido, muy moreno y retacón, con manos y pies velludos. La principal característica es su miembro viril, enorme, alargado que lleva enrollado a la cintura. Su mayor diversión es raptar a mujeres vírgenes, a quienes en ocasiones las libera embarazadas o las mata para luego devorarlas.

Por las noches era otro el que imponía miedo: el Luisón. Monstruo temido y aborrecido, devora la carne de los muertos y el alma de los vivos. Pierde sus formas humanas para transformarse en un lobo de aspecto horrible y diabólico, con dientes afilados y un olor nauseabundo que lo acompaña. A medianoche, con ojos relampagueantes, sale en busca de personas para convertirlas en luisones, lo que logra pasando entre las piernas del sujeto al que sorprende en su maléfico paseo nocturno.

Las madres solían atemorizar a los niños y jovencitas con estos cuentos para que no escapen de casa durante las siestas y noches, o anden por afuera o el monte; en fin, para que no estén cabezudeando y vagando. Y vos, ¿te atreverías a poner a prueba los relatos mitológicos?

Ricardo González (19 años)

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