Hermosas a toda costa

Se organizan campañas por la liberación de la mujer en diferentes aspectos, y en contrapartida, esta se muestra sumisa y sin deseos de rebelarse ante la mayor opresión que ha sufrido desde siempre: su obsesión por la estética, el factor que ha retrasado considerablemente la conquista de las féminas y las ha hecho esclavas de la moda, los cosméticos y la belleza.

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El siglo XX trajo consigo cambios determinantes para la vida de las mujeres en todo el mundo, y mientras se organizan campañas por su liberación, en contrapartida, la belleza, en lugar de favorecer la autoestima, lo que hace es coartar la libertad femenina, comenzando por una sociedad que no acepta mujeres desarregladas o que no atribuyan demasiada importancia a la belleza; en consecuencia, millones de mujeres de todo el mundo sufren de anorexia y otros trastornos vinculados al obsesivo interés por poseer una figura “perfecta”.

La más palpable muestra de cuán vulnerables somos a los estereotipos de belleza es aquella con la que pacíficamente aprendimos a convivir; los zapatos punta fina y cualquier otro accesorio “chic” que se ponga de moda nos dan una breve muestra de que, con tal de verse bien, la mujer aguanta lo que sea, y por ende, la ropa femenina que está a la moda siempre ha sido la más incómoda.

Preocuparnos por el aspecto no está mal, hasta podría decirse que nos caracteriza; el problema está en hacer de la estética el centro de nuestras vidas, cuando en realidad no lo merece.

Aprender a aceptarnos tal cual somos es un gran paso que debemos dar, pues la capacidad y la autenticidad no se miden con absurdos estereotipos de belleza que no hacen más que contribuir al consumismo y la alta cifra de anoréxicas en todo el mundo.
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