Grafiti: la magia de convertir muros en arte

“Para hacer grafiti no hay límites, ya que se puede pintar con diferentes materiales, no solo con aerosol”, describe Juan Medina (24), quien pone su firma en los muros convirtiéndolos en obras de arte urbano; aunque algunas personas todavía consideran esta práctica como un acto de vandalismo. Expresa que la actividad es un idioma que pocos entienden y que, además, significa libertad de expresión.

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“Con mis colegas hacemos un minitour por las ciudades para encontrar muros que colorear; no queremos causar perjuicios, solo deseamos hermosear las paredes”, expresa el joven artista que forma parte de un grupo de grafiteros llamado Kolera Crew. Cuenta que las personas en Asunción ya no son tan prejuiciosas con este arte y que, inclusive, se acercan a ellos para indagar de qué se tratan sus pinturas.

Así como hay personas que valoran esta actividad, otras califican a los grafiteros con recelo. “Me dijeron de todo, como por ejemplo, drogadicto y satánico”, cuenta el joven. Afirma que es complicado que los padres permitan que sus hijos realicen esa actividad. En un principio, los suyos no estaban de acuerdo, pero con el tiempo lo fueron aceptando.

El punto más alto al cual lo llevó el grafiti fue a un encuentro internacional en Brasil (2012), cuando por medio de una obra suya logró ser seleccionado para participar. “Fue lo máximo, no ganás dinero, pero sí amigos y experiencias. Eso no tiene precio”.

Kazhe (seudónimo de Juan) opina que la razón por la cual algunos consideran a este arte como hobby es debido a que no tiene rentabilidad y, en consecuencia, quienes lo realizan deben tener otro trabajo que sí les dé ganancias. Manifiesta que hermosear paredes no es un pasatiempo, sino parte de su vida.

“El grafiti no se puede enseñar en aulas, es algo que se aprende en un grupo de amigos y significa, sobre todo, libertad de expresión, pues no hay límites a la hora de crear, se pinta con lo que se tenga a mano, no solo con aerosol”, explica el joven. Además, concluye con que no importan los prejuicios hacia este arte que pocos entienden, ya que si verdaderamente te apasiona, debés meterle pata.

Por Ayelén Díaz (18 años)

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