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Desde principio de semana, pero especialmente en la noche del 23 y madrugada del 24 de junio, varias personas se reúnen para participar del San Juan Ára, como una conmemoración religiosa que tradicionalmente se festeja con juegos y comidas típicas. Sin embargo, con el paso de los años, se ha convertido en una actividad con fines de lucro.
Hoy en día, en las fiestas ya no se ven a los kamba, toro candil, pelota tata, carrera vosa, paila jeheréi, kambuchi jejoka, kure ñembohuguái y otros juegos, que eran los encargados de darle entusiasmo a la jornada. Esta ausencia se debe, en parte, al desinterés hacia el folclore y proceso de intercambio cultural que estamos viviendo.
Actualmente, las escuelas y colegios realizan su propia fiesta de San Juan, pero no la hacen en honor a la tradición, sino más bien para recaudar fondos, y eso es visible cuando introducen juegos de PlayStation. Asimismo, esa intención queda al desnudo cuando reemplazan las comidas típicas, como mbeju, chipa so'o, chicharõ trenzado y pastel mandi'o, por una pizza.
Anteriormente, las pruebas de San Juan, según la creencia popular, eran realizadas por las chicas que buscaban pretendientes. Un juego muy conocido es el de la vela, que consiste en encenderla, dejar caer al agua algunas gotas del cebo derretido e interpretar las figuras que se forman, ya que si aparecen letras, indican las iniciales del nombre del futuro esposo. Bueno, esa es la presunción habitual.
Generalmente, para finalizar la jornada, a medianoche, se prende fuego al Judas kái, que es un muñeco alusivo a alguna persona desagradable para la mayoría de los presentes. El fantoche es bañado en queroseno, cargado con petardos y todo tipo de fuegos artificiales. La explosión posterior es la encargada de darle cierre a la actividad, mientras deleita la vista de adultos y niños. La pregunta es: ¿quién tendrá ese papel este año?
Por Ricardo González (19 años)