A pesar de que muchos piensan que perder la vista podría ser un obstáculo, Carlos no opina igual, pero admite que el camino puede ser difícil, debido a la desconsideración y la discriminación de los demás. Afirma que lo más importante es intentar sin miedo a fracasar, no desanimarse ante los rechazos y siempre seguir adelante.
Empezó desde abajo, sin saber leer ni escribir, inició sus estudios a los 11 años en el colegio para personas con discapacidades visuales, Santa Lucía, donde, aprendió el sistema braille en tan solo un periodo lectivo. Comenta que su vocación hacia la fisioterapia nació cuando de chico escuchaba que personas pobres necesitaban fisioterapeutas, por lo que se propuso hacer cursos en el SNPP para ayudar a los demás.
“Mi gran anhelo es culminar la carrera y trabajar para sacar adelante a mi familia que se encuentra en Mbuyapey, a la que tuve que dejar para poder formarme”, afirma. También relata que le encanta estudiar, para lo que recurre a su grabadora, en la que registra todas sus clases.
Su trajinar por las calles se torna difícil cuando se topa con personas desconsideradas. “Muchas veces adrede me hacen bajar del colectivo unas cuadras antes, casi nunca hay personas predispuestas a ayudar, o bien me roban, aprovechándose de que no puedo ver, pero todo eso no me afecta”, expresa Carlos.
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Se considera una persona normal como cualquier otra, con sueños y metas. Además, manifiesta que disfruta pasar el tiempo con sus amigos, asear la casa y escuchar una buena cumbia nacional, ya que el ritmo de este estilo musical lo anima.
“Mi mayor fortaleza es mi actitud, pienso que nada puede determe, creo que soy capaz de cualquier cosa”, sostiene fehacientemente Carlos Espínola, un ejemplo de superación, admirado por quienes lo conocen. Se caracteriza por su espíritu alentador, ya que sortea cualquier obstáculo que se le presente, sin desanimarse.
Por Dayhana Agüero (17 años)
