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¿A qué edad comenzaste a seguir el camino de la actuación?
A los 15 años tenía ganas de estudiar teatro, primero quise probar en El Estudio, pero llegué tarde a la inscripción. Sin embargo, un tiempo después, en la antigua red social Orkut, encontré la página del Taller Integral de Actuación de Tana Schémbori y Juan Carlos Maneglia, cuyo eslogan “Actuar con el alma” me atrapó. No dudé en ir a preguntar, y a los 16 comencé las clases.
¿Cómo fue la experiencia de trabajar en Doña Flor y sus dos maridos?
Fue increíble porque tuve la oportunidad de trabajar con actores con trayectorias muy importantes, como Jesús Pérez, Carmen Briano, Carlos Ortellado y Lourdes García. Ese elenco me enseñó y transmitió muchísimo. Además, la reacción del público era emocionante, tanto en Asunción como en el interior. En Encarnación asistieron 500 personas para apreciar la obra en un polideportivo.
¿Cuál es el mejor premio que puede tener una profesional de la actuación?
No es algo material, sino la satisfacción de saber que una obra terminó. Salió bien y recibir posteriormente ese aplauso que llena tu corazón, eso es lo máximo. Además de contar siempre con el apoyo de tu familia, lo que para mí es una bendición.
¿Te parece que en este momento se puede vivir del arte en Paraguay?
Me parece que sí. Conozco gente que ya lo hace y esa idea está instalada. Sé de varias películas que van a filmarse y detrás de eso hay muchas personas que están viviendo de su trabajo en ellas, tanto actores como directores y productores. Se debe principalmente al éxito de 7 cajas y otros largometrajes que produjeron un boom que ahora desemboca en todo esto.
¿Qué trabajos hacés ahora y cuáles son tus proyectos para el futuro?
Ahora mismo estoy en asistencia de producción en Sector 7, cuyo director es Diego Maldonado de quien aprendo cientos de cosas. Es una productora que hace realizaciones audiovisuales de todo tipo. En el futuro espero poder seguir haciendo teatro y convertirme en una artista completa que baile, cante y actúe. El arte es algo que amo y que no pienso dejar.
Por Rubén Montiel (20 años)