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La escasez del agua se hace sentir paulatinamente a nivel global y las cifras revelan que solo una de cada cinco personas en el mundo tiene acceso a recursos hídricos potabilizados. Mientras que en el Paraguay, uno de los países más ricos en este sentido, según datos de la Unesco, la falta de conciencia y preocupación puede poner en peligro este tesoro invaluable.
La distribución del agua potable en el mundo es muy desigual y nuestro país no es la excepción: conforme a datos del Ente Regulador de Servicios Sanitarios (Erssan), existen 2522 sistemas de distribución en diferentes zonas de la República, que atienden al 63 % de la población. Por consiguiente, un 37 % aún no posee el servicio básico, situación que deja al Paraguay entre los peores en cuanto al abastecimiento del líquido vital en Sudamérica.
Además, existe una sobreexplotación en los regadíos por parte del sector productivo, y es lamentable que la contaminación de los recursos hídricos sea una constante en un país tan rico naturalmente. Un ejemplo claro es el acuífero Patiño, que abastece a Central, Cordillera, Paraguarí y Asunción. Esta fuente de agua dulce es en parte renovable porque se recarga con las lluvias, pero los vertederos mal ubicados más las precipitaciones que acarrean desechos a los cauces terminan ensuciándola.
En el país, aún hay varios lugares carentes de este recurso. Es decir, que aproximamente 3 millones de personas están tomando agua de diferentes calidades, por ejemplo, está la de los pozos que, si bien sirve para emplearla en algunas actividades, no es potable, como lo sostiene la Organización Mundial de la Salud.
Hay que aprender a valorar, manejar y poner en práctica hábitos para el cuidado del agua, como se hace en algunas regiones del Chaco. De igual manera si se adoptasen leyes más rígidas, por parte de los líderes políticos para conservar esta riqueza, la clave no estaría en esa acción, sino en la conciencia de la ciudadanía en general.
Por Ricardo González (19 años)