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El hecho de que la mayoría de las chicas seamos tan charlatanas se debe a que, en nuestro cerebro, tenemos altos niveles de una proteína llamada FoxP2, conocida también como “proteína del lenguaje” según algunas teorías. Es por eso que las niñas, desde pequeñas, aprenden a hablar mejor y más rápido que los varones y, normalmente, también suelen tener un vocabulario más amplio.
A las mujeres no nos importa mucho el día ni la hora, puede ser lunes o sábado, de mañana o de noche, siempre sentimos esa necesidad de pronunciar unas cuantas palabras. Tampoco nos interesa demasiado el lugar, pues la oficina, un café o hasta la despensa del barrio se convierten en escenarios perfectos para comenzar una competencia de quién habla más.
Encontrarse con una amiga después de un buen tiempo puede ser un peligro para los oídos de la sociedad, ya que el espíritu parlanchín de las chicas, acompañado de fuertes risas y un sinfín de comentarios se hacen presentes. Recuerdan cada detalle de sus vidas; el novio, el marido, los hijos, las amigas, las “otras” y hasta las mascotas son temas de conversación en este tipo de situaciones.
Por otro lado, si en la peluquería o parada de bus están acompañadas de una persona desconocida, esto no es un obstáculo; al contrario, es una excelente ocasión para intercambiar palabras y hacer una nueva amiga. La charla abarca casi todos los ámbitos, ya que pueden comenzar hablando de los altos precios de las verduras o productos de cocina y terminar conversando sobre las últimas tendencias de la moda femenina.
Si en tu vida cotidiana tenés el desafío de convivir con un grupo de chicas, de seguro, tus oídos ya están acostumbrados a escuchar esas voces de cotorritas que aturden. Lo único que te queda por hacer es aguantar esta situación, ya que las mujeres no tenemos la culpa de poseer tantas “proteínas del lenguaje”.
Por Valeria Candia (19 años)