Educación inclusiva gracias a la lengua de señas

“No debemos buscar las diferencias en los demás, sino en qué somos iguales”, expresa Héctor Ariel Torres (23), intérprete de lengua de señas para sordos. Destaca que a nuestro país le falta avanzar mucho en la educación inclusiva y que es un desafío para el MEC, institución en la cual trabaja. Comenta que la comunidad debe interesarse más por ayudar, ya que las personas no pierden nada sino por el contrario, salen ganando lejos.

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Héctor trabaja como intérprete de lengua de señas hace seis años, labor que consiste en traducir la lengua hablada a la de los sordos y así ser un intermediario de comunicación para estas personas. “Para transmitir las expresiones no solo se usan las señas, sino también gestos y movimientos para que comprendan mejor”, afirma.

Comenta que la educación inclusiva del país se encuentra a años luz de ser la ideal: “En las escuelas quieren hacer hablar a los sordos, pero por más de que lo logren, no podrá existir una comunicación fluida, porque ellos seguirán sin poder escuchar y entender lo que les dicen”.

Según él, es difícil presentar ideas innovadoras a los profesores, porque son muy conservadores y para enseñar a los sordos lo hacen de cualquier otra forma, como con dibujos, lectura labial y escritos, pero esto no es efectivo para el alumno con discapacidad. “Para mejorar se debe concienciar a padres y docentes, ya que existe mucha ignorancia en cuanto a la sordera. Muchos papás no comprenden que su hijo puede desarrollarse normalmente, sin importar su discapacidad”, dice.

Además de trabajar como intérprete es funcionario de una organización que se dedica a llevar a cabo campamentos de recreación dedicados a niños que sufren de cáncer u otras enfermedades como la hemofilia. “Preparo actividades absolutamente adaptadas para estas personas planeadas para que puedan disfrutar. Fue difícil convencer a los padres de estos chicos, pero lo valió porque llevaron una linda experiencia de recuerdo”, afirma.

Sugiere a la comunidad que se interese más en ayudar, dado que todos tenemos algo en común, sin importar las limitaciones. “No debemos buscar las diferencias en los demás, sino en qué somos iguales”, concluyó.

Por Ayelén Díaz (17 años)

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