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Que se rían del físico de una persona, ya sea de broma o con verdaderas ganas de insultar, queda grabado en la mente y el corazón de quién recibe estas ofensas –porque aunque los demás crean que no molesta, en realidad afecta muchísimo–. A veces estos casos se dan en la escuela, donde el grupo de niños insulta a una niña o a uno de los muchachitos con algo así como: “si jugamos partido contigo nos podemos confundir de pelota”. Para ellos, este tipo de ofensas son comunes y ¡hasta divertidas!
Por más “infantiles” que suenen estos insultos a esa edad, a veces son los causantes de que la persona carezca de autoestima. Recordando esas situaciones y por miedo a volver a vivirlas, algunas chicas deciden no comer y caen en trastornos alimenticios, mientras los hombres pasan torturantes horas en el gimnasio para tener el físico perfecto, o simplemente buscan el milagroso jugo, café o té que los ayude a bajar esos odiosos kilos por los que tanto temen ser criticados.
Son muchos los ámbitos en los cuales se discriminan a las personas gordas. Las empresas, por ejemplo, deciden no contratar a los postulantes con sobrepeso. También cuando una persona de talla grande va de compras, esto se vuelve una tortura porque debe recorrer miles de lugares buscando la medida que le quepa, pues en casi todos las tiendas solo hay tamaños pequeños, para gente delgada.
Hay tantos aspectos que mejorar. Un gran paso sería dejar de lado la mala costumbre de poner sobrenombres y de convertir en objeto de burla a las personas con obesidad, ya que esto no es un motivo para despreciar o hacer sentir mal a alguien. Tampoco discrimines a nadie por padecer de esta afección porque así como hoy te burlás de los kilos de más de un hombre o mujer, mañana algún pariente tuyo puede engordar o incluso vos, y no te gustaría ser despreciado solo por tu apariencia.
Por Gabriela Vera (17 años)