¡Con las plantas nucleares no se jode!

Cuando se habla de la instalación de una planta procesadora de uranio en Formosa, ¿realmente se dimensiona el peligro que podría representar para nuestro país si llegara a ser cierta su construcción? Desde su aparición, si bien la energía nuclear ha proveído de electricidad a muchas personas en varios países, las experiencias de Chernobyl y Fukushima demostraron que también es un peligro extremo para todos los seres humanos. ¿Es necesaria o habría que dejar de usarla?

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Si bien es cierto que la energía nuclear por fisión genera electricidad sin utilizar mucho combustible, y que sus reservas son suficientes para abastecer al mundo durante 100 años, también es verdad que los residuos que producen las plantas pueden ser sumamente dañinos para el medioambiente y los seres vivos. Los desechos deben ser almacenados con máxima seguridad para evitar que sean liberados o vertidos a la atmósfera.

Los accidentes en una central de energía nuclear no son una opción. Un siniestro puede tener consecuencias catastróficas para las regiones aledañas; tal es el caso de Chernobyl, que desde fines de la década del 80 es una ciudad fantasma, cuya población viva sigue sufriendo hasta el día de hoy por las secuelas de la radiación. Fukushima, en Japón, es otro triste y aún más cercano ejemplo de los serios peligros de una planta construida en el lugar equivocado.

Las secuelas de la radiación sobre los seres humanos se miden de acuerdo a qué tan expuestos estuvimos a ella. En zonas en las que el nivel de contaminación es más bajo, con el tiempo, se pueden contraer varias enfermadades, como el cáncer, si es que no son evacuadas de inmediato. Sin embargo, si nos encontramos en lugares cercanos a un reactor que acaba de explotar, es casi seguro de que no tendremos mucho tiempo de vida.

La historia dice que la energía nuclear es algo con lo que no debemos jugar. Si bien existen plantas procesadoras de uranio en países como Brasil que nunca han sufrido accidentes, también es cierto que cualquier error puede desatar una castástrofe cuyas proporciones podrían ser continentales y hasta mundiales en el peor de los casos. El hecho de que ahorrar combustible sea la principal motivación nos lleva a pensar que, para muchos, las ganancias están por encima de las vidas humanas.

Rubén Montiel (20 años)

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