Cargando...
A más de uno le habrá dado pirĩ observar las fotos de los destrozos causados por las carreras clandestinas, en especial la que se dio en Alto Paraná, donde fallecieron cinco jóvenes, caso que últimamente se hizo conocido. A diferencia de la popular película Rápido y Furioso, las piruetas no siempre resultan como hazañas de mago y tampoco hay un final feliz tras cada competencia.
Las "picadas" son llevadas a cabo en plenas avenidas, cuando casi no existen movimientos, según comentan los desafortunados vecinos que tienen que escuchar el infernal ruido de las "competencias". Las apuestas son incentivos suficientes para exponer la vida en un crucial peligro. Los motociclistas son capaces de arriesgar no solo dinero, tragos y sus móviles, sino que, en algunos casos, hasta a su acompañante.
Según informes de la organización Seguridad en las Rutas (SER), el año pasado se perdieron 1300 vidas a causa de los accidentes de tránsito. Como si esto no fuera demasiado, las carreras clandestinas se han puesto de moda en diferentes puntos del interior y la capital. La irracionalidad y falta de valor a la vida misma afloran en estas prácticas suicidas.
El flagelo, que no es poca cosa, pasa prácticamente desapercibido a los ojos de los uniformados, ya que los des-adaptados hacen de las suyas sin ningún tipo de inconvenientes, a pesar de que la Policía Nacional aseguró que aumentará los controles. Muchos menores forman parte de "la movida nocturna", lo que pone de manifiesto la madre del problema: "la educación en el hogar" o, mejor dicho, la carencia de ella.
Se pueden realizar campañas de todo tipo para evitar futuras desgracias, pero si no hay un apoyo por parte de las familias, el resultado nunca será el deseado. La Policía Nacional recomienda a los padres que dialoguen con sus hijos, ya que ni con un ejército de superagentes se solucionaría el gran inconveniente si en el hogar mismo no se logra advertir del peligro que conllevan las carreras clandestinas.
Por Dayhana Agüero Brítez (19 años)