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Conocer la historia de Carlos Gómez no debería ser solo importante para los periodistas deportivos, sino también para todos los paraguayos. Un hombre que comenzó su carrera desde abajo, relatando humildes partidos en los arenales de su Santísima Trinidad natal. De niño solía hacer recortes de cartón para formar 22 pequeños cuadraditos, para luego separarlos en 11 a cada lado de la mesa y hacerlos jugar al fútbol. Esta inocente diversión terminaría siendo su mejor escuela.
Consiguió su primer trabajo siendo aún adolescente. Luego de haber realizado una prueba para Radio Nacional en un juego por la permanencia en Primera, tuvo su oportunidad de debutar en vivo, aunque relatando solo el segundo tiempo. Inmediatamente, los oyentes empezaron a preguntarse quién era ese nuevo chico que narraba con tanta pasión, por lo que no tardaron en aparecer llamados pidiendo que la voz del "mita'i" esté en los juegos principales.
Durante toda su carrera relató los eventos deportivos más significativos e importantes de nuestro país y el mundo. Narró los históricos sets de la final de Roland Garros de 1979, en los cuales nuestro compatriota Víctor Pecci logró que el tenis paraguayo sea conocido alrededor del globo. Ese año, también estuvo presente en los partidos definitorios de la primera Copa Libertadores de Olimpia ante Boca Juniors, y gritó "Paraguay campeón" en la Copa América.
Uno de sus relatos más recordados fue el mítico gol de Romerito ante México en el Mundial de 1986, silenciando a un estadio Azteca repleto. En la cúspide de su carrera, un fin de semana, luego de relatar un partido matinal por el torneo local en el Defensores del Chaco y terminar su programa radial, fue al hospital y no logró salir. Si bien ya no está con nosotros, su voz permanece en cada nuevo periodista deportivo. Todos habrán de tener a Carlitos como el paradigma del profesionalismo.
Por Rubén Montiel (20 años)