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Es normal que una persona vaya tan apurada que choque contra vos y ni siquiera te pida disculpas. Tal vez, esos segundos que tardaría en hacerlo perjudiquen fatalmente su agenda. También es bastante común que, al hacer una buena obra, pocos te digan "gracias". Quizá hasta crean que es tu deber, pero ¿haría daño gratificar aunque sea un poco? Lo cual no es igual a que se grite a los cuatro vientos y se haga todo un evento en tu honor.
La amabilidad parece estar tan lejos de nosotros que hasta nos extrañamos cuando alguien se comporta de forma gentil. Al pedir ayuda, por más pequeña que sea, no está de más decir "por favor", ¿acaso te restaría personalidad? Al contrario, sería muestra de buen carácter.
Cuando alguien te hace un bien, aunque parezca insignificante, no sobra decir "gracias", por más que, en ocasiones, creamos innecesario hacerlo. Esta palabra, que es muy simple, pero a la vez grandiosa, puede alegrar el día. ¿Quién no se sentiría bien sabiendo que alguien está contento por un gesto que hizo?
Al equivocarte, no importa si a tu parecer el error era tan pequeño que quizá a nadie le interesó, corresponde pedir disculpas, pues no hace falta ser culpable de una explosión nuclear para pedir perdón. Puede ser que, sin darte cuenta, alguien se haya sentido mal por tu desacierto.
Cicerón, orador romano, dijo alguna vez que es difícil cuantificar la conciliación de los ánimos humanos que puede causar la cortesía. Tal vez, la amabilidad no solucione tus problemas, que si se empezaran a contar no se acabarían ni en siete días, pero ¿por qué no hacer más llevadera la cotidianeidad siendo gentiles?
Por Dayhana Agüero Brítez (19 años)