Volver para crear

Tras varios años afuera, Anahí Sist es una artista que decidió retornar a Paraguay en busca de los lazos familiares y del cariño que solo sabe dar nuestra gente. Escultora, pintora y eterna estudiosa, trae el ferviente deseo de poder enriquecer con sus obras el arte nacional. “Busco servir a la luz”, nos dice.

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Desde pequeña vivió en distintos países americanos por motivos laborales de su padre. Hace ocho años partió de Paraguay con su marido a EE. UU. detrás de nuevos horizontes. Allá nació su hijo Luca (3). Residieron en Orlando, desde donde conocieron otras ciudades norteamericanas. De Paraguay, Anahí (36) llevaba el título de licenciada en Bellas Artes por el Instituto Superior de Arte, recibido en el 2001. Su tema de tesis ya marcaba en aquel entonces un interés por la cultura del ser humano, por la pertenencia a la tierra. “Mi tesis fue sobre máscaras indígenas”, comenta y recuerda su ardua investigación. Fue voluntaria en comunidades nativas y fundadora del grupo Sunu, organización para la valorización y preservación de la cultura indígena. El futuro le traería travesías y especializaciones en diferentes técnicas; en Brasil estudió fibra de vidrio, resina y marmolina con Itamar Torales; en Italia, creación de vitrales en plomo, métodos Tiffany y cartapesta. En EE. UU. trabajó en la galería Espíritus Creativos de Orlando y, durante cuatro años antes de regresar, en el Estudio de Cerámica de allá.

Amiga de la verdad

Nació en Ecuador, pero se siente ciudadana del mundo con preferencia sentimental hacia Paraguay. Su nombre completo es Anahí Zoé Sist Doldán de Restrepo y firma como Anahí Sist, aunque también se llama Sat Mitar Kaur, que en idioma gurmukhi significa: Amiga de la verdad. “Soy profesora de yoga kundalini”, nos cuenta.

Luego de los años en Orlando, su marido y ella acordaron retomar camino hacia Asunción. “Allá teníamos nuestra casa, pero la vendimos; nos tocó una época difícil económicamente. Llegamos aquí en primavera, cuando los árboles empezaban a florecer. Nos gustan muchos lugares, pero Paraguay está en nuestro corazón”, confiesa. En el país del Norte vivía muy tranquila en un sitio rodeado de naturaleza, acudía a bibliotecas de arte magníficas, a talleres, compartía con grupos en los que había críticas, consejos y retroalimentación. “Volver a Paraguay es entrar en otra dimensión, lindo, mágico. Pero lo que me chocó fue ver cómo algunas cosas se están perdiendo. Fui al Museo Boggiani y vi que la tienda de cestería ya no está, nada del arte plumario o de los sonajeros que hacían los indígenas. Eso es muy triste. En EE. UU., la artesanía indígena es muy apreciada, los artesanos exponen en las mejores galerías y las obras son compradas por coleccionistas de arte. En Nuevo México hay cosas muy buenas, vasijas, esculturas, libros, todo es muy interesante.

Los indígenas viven bien, aunque para llegar a esto sufrieron un proceso muy doloroso, porque el Estado los obligaba a estudiar. Yo tuve el privilegio de contar con una maestra de ascendencia cherokee; hoy necesitamos ser adoctrinados por los indígenas respecto al amor y cuidado de la tierra”, manifiesta. Anahí revela que está en “el camino rojo”: conocimiento ancestral de los pueblos originarios de América. “Participé de varias ceremonias y encuentros como la danza del sol con los lakota, estuve en los temascales, en iniciaciones chamánicas, en el tantra blanco”. Medita todos los días. “Mi arte expresa todo esto que he vivido y que me lo he buscado”.

Una propuesta diferente

Durante todo diciembre expone sus esculturas de cerámica en las galerías Técnica y Verónica Torres. Su colección está compuesta por figuras que creó en EE. UU. “Los personajes son simbólicos, representan varias cosas. Por ejemplo, esta mariposa soy yo en un sueño que tuve, bailando en el arete guasu (carnaval guaraní). La mariposa simboliza la transformación, la belleza, la libertad”. Así, otros personajes como Venus, dar amor incondicional; El ángel de la guarda, el triunfo, el desarrollo espiritual y la pureza; El mago, la creación mediante la fuerza de voluntad y el deseo; La mujer árbol, en su esencia nos enseña la paciencia y la habilidad para contemplar. Cada una de las esculturas posee sus cautivantes detalles que mantienen, extienden y transmiten las ideas. Con humildad, Anahí le da un valor único a su quehacer creativo: “Tengo 16 años de experiencia, técnica, viajes, observación, práctica; mi trabajo es el resultado de mi vida. No temo a la copia; no te vas a levantar un día así como así y hacer lo que yo hago”, reflexiona. Encontramos en esta presentación una expresión diferente que renueva la oferta por juventud y creatividad. Crítica, en el sentido positivo, la autora sostiene: “Es tiempo de que el espacio se abra a los jóvenes, para que podamos exponer y vender. Pido a los coleccionistas de arte que confíen en el cambio. La gente a nivel local dice ‘siempre lo mismo’ (acerca de la oferta), pero tampoco se arriesga. Y es tiempo de trascender también las fronteras. ¿Por qué el arte paraguayo no compite afuera con un Botero, por ejemplo?”. Para Anahí, la autenticidad de una pieza solo se consigue cuando el creador logra conectarse consigo mismo. Agrega que en nuestro país el 80 % de las obras de arte son de hombres, “y el hombre no expresa a la mujer, nosotras tenemos otro tipo de fuerza y mucho viene de la maternidad”. Convencida de su capacidad y laboriosidad, puesto que, como se lo decía su maestra Olga Blinder: el 90 % del arte es transpiración, Anahí se compromete a entregar lo mejor de sí.

Hasta el momento, su exhibición ha tenido excelente respuesta por parte del público.

BIOPINCELADA

De padre italiano, Paolo, y mamá paraguaya, Miriam, Anahí es la única mujer de tres hermanos. “Mi papá es amante del arte clásico. A veces entra en mi taller y me señala que tal obra mía es ‘burda, fea’, pero está bien, es parte del aprendizaje”. La artista ama cocinar, decorar su casa, y tener todo limpio y ordenado. Se siente una valiente por haber dejado su tierra e iniciado una nueva vida en otras lejanas: “No es fácil cuando sos mamá primeriza y además cocinera, limpiadora, artista, multifacética”. Sobre la mujer, opina que debe recuperar el poder, el de respetar su cuerpo y el de la intuición. Si de hombres habla, los suyos están siempre a su lado. “Acompañé siempre en todo a mi marido, Javier, y mi mayor desafío como educadora es mi hijo”.

lperalta@abc.com.py

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