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Área de entrenamiento Mounte Budney, Australia. La teniente primera Marina A. Hierl observaba a una decena de infantes de marina que atacaba siluetas humanas de papel en la cima de una colina cercana. A pesar de que era muy temprano, los chalecos antibalas y uniformes camuflados de los soldados estaban empapados de sudor. Hierl se quedó atrás mientras ellos trepaban por la ladera rocosa, gritando y disparando sus rifles.
“Ataquen por la izquierda”, dijo, después de que el pelotón terminara con el simulacro de ataque y se reuniera a su alrededor. Los soldados bebían de sus cantimploras y escuchaban sus comentarios: “Asegúrense de mantenerse comunicados”.
Se trataba de una orden más o menos rutinaria para los infantes de marina en entrenamiento para la guerra, emitida por una teniente que ocupa un papel conocido para ellos: una oficial joven, con educación universitaria y poca experiencia, pero directamente a cargo de sus vidas.
Pero Hierl es la primera mujer en el cuerpo de marines que dirige un pelotón de infantería; un momento histórico para una organización dominada por hombres que se ha opuesto intensamente a integrar en combate a mujeres soldados, lo que aún incomoda a muchos dentro de las filas.
Esa dinámica se ha estado desarrollando durante meses dentro de la compañía Eco, un grupo de 175 marines y marinos de la Armada enviado hace poco al Territorio del Norte de Australia para hacer casi seis meses de ejercicios de entrenamiento y entrar en acción como refuerzos en la región del Pacífico.
Hierl es una de los cuatro comandantes del pelotón en la compañía Eco. Su presencia, que al principio se recibió con escepticismo, parece haber sido aceptada sin quejas.
En Quantico, Virginia, 37 mujeres han asistido al Curso para Oficiales de Infantería del Cuerpo de Marines, que consiste en 13 semanas de evaluaciones de combate y caminatas de varios kilómetros, en las que tienen que llevar cargas pesadas. Solo dos mujeres lo han aprobado.
De esas dos mujeres, solamente Hierl fue nombrada como lideresa de un pelotón de, más o menos, 35 hombres. El capitán Joshua J. Pena, vocero para el Mando de Educación y Entrenamiento de los Marines, dijo que los hombres y las mujeres que asisten al Curso de Oficial de Infantería son evaluados bajo los mismos estándares y reciben “las mismas oportunidades para lograr el éxito”.
El otoño pasado, Hierl estuvo entre el puñado de tenientes nuevos que se presentaron para entrar en servicio con el Segundo Escuadrón, Cuarto Cuerpo de Marines en el Campamento Pendleton en California. El escuadrón está formado por cerca de mil efectivos divididos en cinco compañías, entre ellas Eco.
Cuando el oficial al mando de la compañía Eco, el capitán Neal T. Jones, se enteró de que Hierl entraría al escuadrón, pidió que la mandaran a su unidad. “Si eres la primera en hacer algo, significa que tienes muchas características positivas”, dijo Jones. “Ese no siempre es el caso con todos los tenientes, incluyéndome”.
Jones y el suboficial de mayor rango de la compañía Eco, el sargento primero Paul G. Quesada, decidieron no decir nada a la unidad acerca de Hierl antes de su llegada. La tratarían como a cualquier otro nuevo oficial.
Los marines jóvenes, normalmente, ven a los oficiales nuevos con escepticismo y, a veces, con franca hostilidad. Los nuevos tenientes, el rango más bajo de los oficiales, deben demostrar su valor y ganarse el respeto mientras sortean las presiones de una compañía de infantería muy unida.
Su posición como líderes de pelotón es peculiar: tienen la responsabilidad más grande de las unidades pequeñas, pero, muchas veces, menos experiencia que los cabos y sargentos a su cargo.
Hierl, de 24 años, creció en Bethlehem, Pensilvania, y trabajó en un criadero de caballos durante el bachillerato. Antes de graduarse sabía poco sobre el Ejército, pero eligió a los marines porque después de reunirse con un reclutador para el cuerpo, pensó que “sonaba bien”. “Quería hacer algo importante con mi vida”, dijo. “Quería ser parte de un grupo de gente que estuviera dispuesta a morir por los demás”.
Sin embargo, su reclutador le recomendó que, primero, asistiera a la universidad, para poder dirigir su carrera hacia los rangos oficiales del cuerpo.
En el 2013, durante el segundo año de Hierl en la Universidad de California del Sur, Leon E. Panetta, el entonces secretario de Defensa, anunció que las mujeres ya no estarían excluidas de los puestos de combate en el Ejército. Al principio, la orden tuvo un mayor efecto en las contiendas terrestres del Ejército y la Armada, especialmente sus infanterías, que requieren fuerza física y resistencia.
El momento permanece como un recuerdo vívido para Hierl, porque dijo que no había pensado que su género podía impedirle liderar a marines en la guerra. “Quería ser lideresa de un pelotón”, indicó. “No creía que hubiera nada mejor que yo pudiera hacer en el cuerpo de los marines”.
En general, las mujeres representan casi el 15 % de los 1,3 millones soldados en activo.
La mayoría de los trabajos en la Fuerza Aérea y la Armada han estado abiertos a las mujeres por mucho tiempo, excepto en las unidades de operaciones especiales, como los SEAL de la Armada. Un pequeño número de mujeres ha intentado, sin éxito, unirse a las fuerzas de élite. En algunos cursos de entrenamiento para pertenecer a esas unidades tienen una tasa de casi el 80 % de no aprobación para el total de los candidatos.
El Cuerpo de Marines, en un principio, presentó una objeción en contra de la orden del 2013 del Pentágono, pero el fallo salió en contra y, a partir del 2015, permitió que las mujeres ingresaran a las filas de infantería.
Hoy hay 184.473 marines en activo; de los cuales, 15.885 son mujeres. Entre ellas hay 80 mujeres en roles de combate que antes les estaban prohibidos. En contraste, 740 soldados mujeres –de casi 65.000 mujeres en el Ejército– han sido aceptadas en trabajos de combate anteriormente prohibidos. Quince mujeres se han graduado de su escuela Ranger; entre ellas, la capitana Kristen M. Griest, quien se convirtió en la primera mujer con el cargo de oficial de infantería del Ejército en el 2016.
Hierl ha evitado la publicidad y es renuente a hablar de sí misma. La misión de entrenamiento en Australia, observada por The New York Times, fue la primera ocasión en la que un periodista se suma a una unidad de infantería de marines liderada por una mujer. Sin embargo, ella evitaba las entrevistas y habló con moderación para este artículo; insistía en que, en lugar de hablar, necesitaba concentrarse en su trabajo y en los marines a su cargo.
No obstante, manifestó que quería ser considerada por los marines de su pelotón como una lideresa, no como una pionera debido a su género.
La llegada de Hierl al tercer pelotón fue, como algunos lo definieron, extraña. El pelotón, rápidamente, se convirtió en el epítome de lo que muchos marines de la unidad describieron como insultos sexistas, sin ser específicos, por otros miembros de la compañía Eco. Pero la novedad se desvaneció, el entrenamiento continuó y, con el paso del tiempo, las burlas cesaron.
El cabo segundo Kai Segura, de 20 años, está entre los jóvenes marines que conforman la mayoría del tercer pelotón y suele ser su vocero, aunque no de manera oficial. Él sentía desconfianza hacia Hierl hasta que esta lideró al grupo de regreso de un ejercicio en el desierto Mojave poco después de su llegada.
Su ritmo, al parecer casual, resultó ser realmente rápido, lo que forzó a otros marines a ir casi al trote para mantenerse a su paso. Eso, dijo Segura, demostró que sus capacidades físicas eran incuestionables; una de las muchas varas con las que se suele medir a un nuevo oficial.
En los meses siguientes, Hierl se ganó el respeto discreto del tercer pelotón. Con la ayuda del sargento tercero Jesse Rodríguez, el marine con mayor rango del pelotón, quien funciona como mentor y comunicador social, encontraron su punto de apoyo.
“Ella es una de nosotros”, expresó Segura. Hace poco, durante un ejercicio de campo para entrar a Darwin, Australia, la compañía Eco se centró en una serie de categorías de ataque. Estaban siendo observados muy de cerca. El comandante del escuadrón, teniente coronel Warren Cook, y algunos miembros de su equipo condujeron tres horas hacia la zona de entrenamiento en el monte Bundey. Cook dijo que estaba ahí para observar a toda la compañía, pero parecía muy concentrado en el tercer pelotón, incluso cuando se esforzaba para no dar un trato especial a Hierl.
Los infantes de marina sospecharon que el nivel inusual de atención hacia el pelotón era porque estaba bajo el mando de una mujer; no era la primera vez que esto sucedía desde que ella asumió el cargo.
Hay otras dos marines en el escuadrón, ambas con rangos inferiores. Cook dijo que su desempeño ha sido como mínimo igual que el de los hombres. En la segunda y la última vuelta del ataque simulado del pelotón, Hierl –otra vez bajo el escrutinio de los oficiales de mayor rango– llevó al tercer pelotón al ataque.
Hacia el final del ataque, que casi duró una hora, los 38 hombres y la única mujer se hicieron rápidamente imperceptibles con un caleidoscopio de camuflaje verde, chalecos antibalas marrones y máscaras negras. Un marine batallaba para ponerse la máscara; no era Hierl.
Texto: Thomas Gibbons-Neff / The New York Times.
Fotos: Thomas Gibbons-Neff / The New York Times.
El autor es un reportero en la oficina en Washington y un marine retirado.