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Causa admiración las muchas cosas que pueden cumplir ciertas mujeres; sin dudas, su fuerza para salir adelante en la vida es admirable. La danza o el piano de pequeña, ir sumando luego el estudio con excelentes calificaciones, la carrera universitaria terminada a tiempo y el posgrado, el matrimonio, el hogar, la maternidad, el gym, los compromisos sociales y, como si fuera poco, seguir siendo buena hija, hermana y amiga. No hay mujer que no haya tenido que partirse en muchas mujeres para complacer a todos, ¿pero qué queda de sí misma?
Este tema fácilmente identifica a un gran porcentaje de congéneres, quienes, a pesar de los logros conseguidos individual y socialmente, terminan cada vez más exhaustas. Ser “perfecta” trae riesgos altos para la salud. No en balde aumentan los casos de insomnio y de deficiencia en la alimentación (no querer engordar, estar siempre apurada, sufrir mal de estómago, tomar apenas una taza de café por las mañanas); es sabido que ambos trastornos las mujeres los padecen más que los hombres.
Querer asegurarse la aprobación de las demás personas, cumplir hasta con las mascotas de la casa es parte del perfil de la autoexigente, la hiperresponsable, detallista y perfeccionista. Es muy probable que estas características tengan su origen en lo genético o ambiental.
Hay mujeres desconfiadas que dan por seguro que nadie hará las cosas tan bien como ellas, les es imposible delegar tareas y, por eso, absorben mucho más de lo recomendado. Cuidado con la obsesiva por el orden, la extrema puntualidad y el control. Ella compite no solo con los demás, también consigo misma. La psicología define a estos rasgos como patológicos y afirma que pueden existir varias causas: muchas pueden originarse en la niñez para obtener la aprobación de los padres, para resaltar frente a los hermanos. Igualmente podría ser para compensar el poco atractivo físico, algún defecto o complejo. Ante esto, también, la sociedad quita provecho y presiona a las mujeres cumplidoras, delegándoles más obligaciones. Uno de los factores por los que las mujeres acceden más que los hombres a puestos laborales, y además ascienden más velozmente, es su presteza para cumplir con muchas tareas a la vez; no obstante, no toda su energía acaba ahí: además de controlar el hogar, ocupan cargos en la comisión de padres de la escuela de sus niños y son miembros en la cooperativa o en la comisión vecinal. Se deben medir las consecuencias de no saber decir que no. La asertividad o el arte de comunicar una postura firme, pero sin agredir, no suele ser una cualidad de la mujer maravilla. Los tiempos propios para ir sola al cine, tomarse un helado distendidamente, leer un libro van postergándose porque siempre hay cosas y personas antes que una merecida pausa y relax. A pesar de la buena presencia, la sonrisa permanente y la envidia de los demás por esa energía inacabable, sabe la mujer que el cuerpo retribuye los abusos a los que lo someten. Los desgastes emocionales y físicos, aunque dependen en gran medida de los recursos biológicos y psicológicos de cada uno, tarde o temprano llegarán. No somos máquinas programables, nos pueden ocurrir cosas y está permitido alterar la rígida agenda sin que los demás desfallezcan por eso. Hemos de centrarnos en que somos personas con derecho al descanso, a equivocarnos, a postergar, y hacerlo no significa irresponsabilidad o pereza.
Generalmente, se comienza con síntomas psicosomáticos, alteración del sueño, colon irritable, úlceras, afecciones de la piel, caída del pelo. Sin embargo, se tarda en aceptar que se debe a la carga que se ha llevado encima y se considera normal cumplir con todo. También pueden aparecer síntomas de angustia, crisis de pánico o depresión.
Es necesario comprender que para responder a mil compromisos se requiere fuerza humana. Las mujeres con poderes mágicos y alas para volar de un lado a otro solo viven en los cuentos. Hay que ser realista.
Estar en todo anula la serenidad necesaria para preguntarse algo fundamental: ¿soy feliz?, ya que tantas obligaciones terminan desconectando de la interioridad.
La mujer maravilla sabe que tiene que descansar, pero no puede acabar de tildar la lista de cosas hechas para volver a llenar otras páginas.
Pero como todo busca el equilibrio, a veces son situaciones extremas y abruptas las que la retornan a la vida: creerse irremplazable en el trabajo y esforzarse al tope, pero resulta que el ascenso se lo dan a otra persona. Y cuántas veces no escuchamos: “Di lo mejor de mí, cuidé a mis hijos, tuve mi casa siempre impecable, terminé mi carrera con sacrificio, trabajé, me desarrollé, pero igual mi marido me abandonó”. Una frase nada extraña que bien requiere un stop y una relajante taza de té. Permitirse “fallar” mejora la vida.
Saludable y normal
La psicóloga Gabriela Vergara ofrece un listado de comportamientos saludables.
- El deporte o caminata es indispensable en el día, tanto como el trabajo.
- Recordar que lo más importante es la salud. Los altos niveles de estrés por autoexigencia perjudican tanto como el tabaco, el alcohol y la mala alimentación.
- Los momentos de ocio, de descanso, son necesarios. No hace falta estar todo el día cumpliendo objetivos.
- No hacerse responsable de solucionar miles de problemas ajenos. Aprender a decir “no” y marcar el propio espacio. Cada persona tiene sus límites.
- No existe la madre ni la esposa perfecta. No actuar guiada por sentimientos de culpa.
- No intentar hacer todo en un día. Darse tiempo y respetar el ritmo personal y el de los demás.
Texto lperalta@abc.com.py