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Con solo cinco años, ingresó a la academia Núcleo de Arte y Danza para dar sus primeros pasos en el ballet clásico, y pronto sobresalió. Su sueño de estudiar en el extranjero se hizo posible a los 16 años, cuando la becaron a la Universidad de Música y Artes Escénicas, en Mannheim, Alemania, tras quedar en el 3.er lugar del Concurso Internacional de Danza, en Brasilia, Brasil. Lejos de familiares y amigos, los años en el exterior fueron complicados; no obstante, su perseverancia le otorgó el título de bailarina intérprete y la oportunidad de sumarse a la Compañía de Ballet Karlsruhe. Su espíritu de superación la empujó a los Estados Unidos, donde, en el 2006, participó del Youth American Grand Prix, en Nueva York, y accedió a una beca para el Nutmeg Conservatory For the Arts, en Connecticut, en el que una vez más le concedieron otra beca; esta vez, para el neoyorquino Joffrey Ballet School.
Tras su presentación en el New York International Ballet Competition, el encumbrado Iñaki Urlezaga la contrató para el Ballet del Teatro Argentino de La Plata, en el que se desempeñó como solista para coreógrafos de la talla de Jean Pierre Aviot y Mora Godoy. En el 2010, el prodigioso bailarín, director, coreógrafo y maestro de ballet argentino Julio Bocca la descubrió, y durante cinco años formó parte del Ballet Nacional del Sodre, en Montevideo, Uruguay, a cargo del porteño. Sus ansias de crecimiento la impulsan ahora a perseguir nuevos retos en los Estados Unidos.
Iniciaste siendo muy joven. ¿Cómo te gustó la danza? Empecé como toda niña a quien sus padres la llevan a clases de ballet. Fui con mi prima Tamara, porque me gustaba estar con ella, y hacer todo lo que ella hacía. Creo que por un tema de personalidad me incliné hacia la danza clásica; siempre fui muy calmada, delicada y tranquila. Iba avanzando, consciente de que de acá no llegaría muy lejos, entonces fui investigando y a los 16 años me enteré del Concurso Internacional de Danza, de Brasilia, al que concurrí, luego de la preparación de mi maestra Alejandra Díaz. Después de tres semanas de presentaciones, obtuve el 3.er lugar y una beca completa para la Universidad de Música y Artes Escénicas, en Mannheim, Alemania, donde me recibí de bailarina intérprete, en dos años. Mientras permanecía allá, concursé en representación de Alemania en el Youth American Grand Prix, realizado en Nueva York, donde me dieron una beca para el curso de verano del Nutmeg Conservatory For the Arts, en Connecticut, en el que volví a ganar otra beca para el neoyorquino Joffrey Ballet School.
¿Cómo sobrellevaste la distancia de tu país, familia y amigos? Estoy afuera hace 10 años, y el tiempo en Alemania fue particularmente duro. Mi familia siempre me apoyó muy de cerca, principalmente mis padres; ya que sin ellos no hubiese aguantado el tiempo ni los desafíos que encaré. Les agradezco enormemente porque sé y siento que hasta hoy viven, gozan, lloran y ríen conmigo en cada instante de mi carrera.
¿Cómo describís tu experiencia durante esta década? En esta carrera es muy difícil conseguir empleo, hay mucha competencia y muy poco trabajo. Hubo un momento en el que estuve a punto de abandonar todo y hacer una vida lejos de la danza. Pero fue entonces cuando supe que Julio Bocca convocaba a una audición internacional para el Ballet Nacional del Sodre, en Uruguay. Me sometí a la prueba y la pasé, y así transcurrieron, cinco años allá. En Uruguay me fue superbien, ya que tener a Julio Bocca de director es sorprendente, además me dio la oportunidad de estar bajo la dirección de reconocidísimos coreógrafos del mundo de la danza, con quienes jamás esperé estar.
¿Afuera compartiste escenario con compatriotas? En pocas ocasiones, pero hay varios bailarines esparcidos en los Estados Unidos, Alemania, España, Chile, Argentina y Uruguay. Ojalá en un futuro volvamos todos al Paraguay y ayudemos a concienciar sobre el talento que hay en el país, así como los logros que se podrían alcanzar si tuviésemos más respaldo y hubiese más seriedad al hablar de cultura, arte y danza.
¿Cuesta ser bailarina en el Paraguay? En nuestro país hay grandes talentos escondidos y otros que ya se dieron por vencidos. Es difícil sobrevivir acá como artista, por eso que la mejor alternativa es irse. A veces cuesta entender que a unos pocos kilómetros es posible vivir del arte.
¿Cuál es tu meta ahora? En diciembre de 2014 decidí finalizar mi contrato con el Ballet Nacional del Sodre, poniéndome nuevos desafíos. Tengo ganas de que me contrate una compañía en los Estados Unidos. Estoy en el Paraguay esperando la decisión de los directores que me evaluaron para así poder volver a formar parte de una compañía de ballet. Atravesé ocho pruebas estando allá y logré que cinco directores se interesaran en mí. No tengo un plan B, por eso anhelo intensamente que me salga.
¿Qué consejo darías a jóvenes bailarinas que deseen superarse en el extranjero? Salvo que la adoptes como hobby, esta profesión requiere dedicación íntegra, constancia, perseverancia, sed latente y no darse por vencido. Hace falta ser consciente de que no hay días libres, que uno debe estar en permanente entrenamiento, porque un día de ausencia o con la guardia baja le sirvió a otra para superarte.
Aguardando el pronunciamiento final de los directores que la evaluaron en Estados Unidos, Tatiana transmite su experiencia a aquellos nuevos talentos que sueñan con vivir de la danza en el Paraguay.
Universidad de Música y Artes Escénicas
Con más de 200 años de tradición, la Escuela Musical de Mannheim fue modelo de numerosos conservatorios y escuelas superiores posteriores. La Academia de Danza de Mannheim se remonta a 1762. Es de las más antiguas de Europa y contribuyó de manera decisiva a la gran reforma del ballet en el siglo XVIII. Hoy dispone de las aulas más modernas y ha llegado a ser la segunda escuela más grande del Estado de Baden-Württemberg. Fuente: internet.
Texto nadia.cano@abc.com.py