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Muchas veces decimos que queremos regresar a la infancia, que en aquellas Navidades sí que éramos felices. “La infancia es la mejor etapa de la vida porque los niños viven intensamente los estímulos del momento presente”, introduce la psicóloga Gabriela Vergara, a quien consultamos para comprender nuestro sentir en tiempo navideño. “Los eventos y fechas cargadas de significado y expectativa son los que mejor se almacenan en la memoria. Cuando somos niños percibimos con sentidos, sentimientos y sensaciones agradables únicas”. Todo queda muy bien archivado, pues las personas mayores, principalmente las de avanzada edad, recuerdan las sensaciones de la infancia. “Las memorias a largo plazo se almacenan en el lóbulo temporal. Las memorias de la niñez, percibidas por los cinco sentidos, son ricas en recuerdos. Este tipo de memorias, las sensoriales, son las que se almacenan y recuperan más fácilmente; también porque cuando niños no estamos en el ajetreo del trabajo o de las obligaciones y nos abocamos a vivir el momento. Otro tipo de memoria, por ejemplo la ejecutiva (la que usamos para estudiar en la escuela), solo almacena si interpreta que existe alguna utilidad, lo que no ocurre con las sensoriales”. La profesional explica que para guardar los recuerdos involucramos todos los sentidos y la memoria emocional. “Algunas personas reaccionan más ante el estímulo de uno de sus sentidos, depende de la forma particular de la memoria de cada uno. La gente más visual recordará las luces, las mesas puestas; la más auditiva, los villancicos o lo que sonaba en la radio en esa época. Almacenamos también sabores y olores. Todos los sentidos nos remiten a memorias, sentimientos bellos difíciles de traducir en palabras”. La vida de adultos ocupados y preocupados hace que vayamos perdiendo la capacidad de sentir. “No porque algo sea un recuerdo significa que es ‘pasado’, está ahí y se puede recuperar, disfrutar. Otra manera de canalizar es hacer una revisión de los dolores o tristezas propios y tratar de comprender su origen, sus manifestaciones actuales; buscar activamente la manera de ir superándolos, ya sea con ayuda profesional o no. La autorrevisión siempre es positiva si se hace de manera abierta y con ganas de estar mejor”. Muchas personas aprovechan el encuentro familiar para hablar o llorar. “Hay personas que se sienten cómodas sincerándose; otras no. No hay recetas con esto, pero compartir los sentimientos siempre hace bien, por eso es lindo pasar la Navidad sin formalismos, con gente querida y de confianza”. Respecto a qué recordarán nuestros niños cuando crezcan, la profesional dice: “Hoy los preparativos para la Navidad comienzan más temprano por las ventas; si le enseño a mi hijo a asociar esta fecha con regalos, eso guardará. Lo importante es que siempre conservará, por ser niño, sentimientos agradables relacionados a estímulos sensoriales”. Navidad pasada fue mejor, decimos mayormente y con seguridad. “Esta frase tiene su contraparte en nuestro cerebro: tendemos a seleccionar los mejores recuerdos, y los recuerdos sensoriales nos remiten, en general, a sensaciones emocionales positivas. Pero mucha gente hace un balance de las cosas que tuvo o recuerda a los seres queridos que ya no están, por eso también hay aumento de violencia y suicidios. Es importante no dejarse arrastrar por estos estados emocionales negativos y extraer una lección de cada cosa que vivimos en el pasado o en el presente. De esta manera, modificamos la forma de ver nuestros recuerdos”. Finalizando, la psicóloga aconseja: “Son días ideales para dar amor, elogiar de corazón, decir palabras que no decimos con frecuencia. La comunicación sincera entre los seres humanos es muy terapéutica, no la perdamos en la era de la hipercomunicación artificial”.
Con aroma a coco
En casi todos los paraguayos hay una asociación directa de la infancia entre flor de coco y Navidad. También la brisa cálida del verano nativo es una memoria sensorial táctil. El olor de las comidas favoritas, el aroma de las plantas, del patio, posiblemente se encuentre entre lo que más almacenamos, ya que en muchos hogares se acostumbra a hacer la cena al aire libre. Aunque por la influencia extranjera se va asociando la nieve a la Navidad eso es solo en lo visual, no en lo kinestésico (es decir, lo que aprendemos con las sensaciones y movimientos del cuerpo), porque nuestras navidades las vivimos con temperaturas arriba de 40 ºC.
Texto lperalta@abc.com.py