¿Sabe usted beber?

Al hablar del “saber beber” nos referimos a los detalles y pormenores que deben ser observados por toda anfitriona que se precie de acoger con cordialidad, diligencia y delicadeza a sus invitados.

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En una comida formal, las bebidas nunca deben estar servidas antes de que los comensales se ubiquen en sus respectivos lugares. Se recomienda servirlas cuando los invitados ya estén en la mesa, con algunas excepciones, como el agua.

Las bebidas se sirven desde el lado derecho del comensal, y siempre primero a las señoras y luego a los caballeros. Sin embargo, también es válido empezar desde la derecha del anfitrión e ir sirviendo en orden secuencial a todos los comensales.

El agua: es la única bebida que puede ser dispuesta antes de que los alimentos lleguen a la mesa. Ahora bien; las normas de protocolo sugieren que tanto el vino como los demás tragos se sirvan a medida que se vayan sirviendo las comidas.

El vino: la botella nunca se apoya en la copa para servirlo, sino que se la mantiene a unos dos centímetros de ella.

En eventos informales es costumbre que el anfitrión o dueño de casa abra la botella e invite a alguien de confianza o experta a degustarlo. Se trata de quien consentirá o no la calidad del vino. En caso de que esa persona de confianza no esté presente, el propio anfitrión fungirá de catador para comprobar que la bebida ofrece óptimas condiciones en términos de sabor, temperatura, entre otros.

Los vinos de grandes reservas se pueden decantar, es decir, ser servidos en un recipiente de vidrio, botella o decantadora especial. También resultaría conveniente descorcharlos con al menos una hora de antelación, para que el líquido tome aire.

De cara a evitar el eventual calentamiento de los tintos, que suele producirse debido al contacto con el calor de las manos, se puede emplear una servilleta de tela o unas manillas de acero inoxidable para disponer la botella y servir su contenido.

Las copas de vino no se llenan en su totalidad, sino solo en un tercio de las mismas, aproximadamente. Los tintos se pueden servir en mayor cantidad, pero los blancos (que se beben fríos), se disponen en menores volúmenes, aunque con reposiciones más frecuentes para así beberlos a la temperatura ideal. Lo mismo sucede con el champagne, la sidra y otros espumantes.

El whisky: Es una bebida con un contenido alcohólico de entre 40 y 62 % de volumen. Algunas personas sostienen que debe ser bebido en estado puro y sin hielo, otros opinan que debe ser mezclado con agua para su mejor apreciación y, también, hay quienes consideran que para saborearlo con mayor intensidad, lo mejor es tomarlo con hielo. Sea como fuere, hablaremos de las tres maneras más distinguidas de disfrutarlo.

En estado puro

La costumbre de tomar el whisky puro, apenas salido de la botella, obedece a dos razones: la primera de ellas parte de la creencia de que los auténticos escoceses solamente lo beben puro; y la segunda, es que se lo aprecia mejor de esa manera. Esto no es en vano, puesto que ha salido de barricas y con más razón si tiene más de 12 años de añejamiento.

Los expertos recomiendan beber uno o dos tragos de whisky puro, paladearlo e inmediatamente después añadirle un poco de agua. Según entendidos en el tema, esta variante permite apreciarlo mejor.

Otra opción es beberlo con hielo, aunque, de acuerdo con los criterios más avezados, esta es más cuestionable, puesto que la temperatura que alcanza anula la gran parte de sus cualidades organolépticas.
Es lógico que sea más fácil de beberlo con hielo, pero si se trata de valorarlo, olvidémonos hasta que alcance la temperatura ambiente. Tal y como no revolveríamos un magnánimo whisky con una gaseosa, tampoco le agregaremos hielo.
Tras haber conocido las tres maneras más frecuentes de disfrutar del whisky, la elección de cada uno responderá a la predilección individual; no hay opciones correctas ni incorrectas.

Hasta la próxima entrega…

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