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El teatro formaba parte de lo cotidiano en el hogar en el cual creció Ana María Imizcoz, ya que las obras de su abuelo, Luis Ruffinelli, eran constantemente interpretadas por la familia. No obstante, dedicarse al teatro no fue fácil para ella, pues su padre no veía con buenos ojos el escenario y deseaba una carrera profesional universitaria para ella. Fue así que Ana María estudió Ciencias Contables y Administrativas.
A pesar de las trabas, siguió adelante y desde 1978, año en que se mete de lleno a los escenarios, Ana María ha tenido la oportunidad de especializarse en Estados Unidos y Japón, además de participar de talleres en Francia, logrando en pocos años acumular vasta experiencia. Casada con Luis Stipanovich y madre de tres hijas, Ana María se define como una apasionada del teatro; pasión que la ha llevado a interpretar una infinidad de personajes que, a pesar de los años, los recuerda con cariño y admiración.
Actualmente, se encuentra interpretando a la actriz de teatro y cine francés Sarah Bernhardt, en la obra Divina Sarah; en un homenaje a la actriz paraguaya Edda de los Ríos, quien falleció hace siete años, e hija del gran actor Héctor Ríos —a quien Ana María recuerda como su primer gran maestro—. Edda llegó a protagonizar más de sesenta obras, tanto en la compañía de su padre como al frente de La Farándula producciones y en otros elencos.
¿En qué año iniciaste tu carrera sobre las tablas? En 1978, tras una llamada telefónica de Edda, quien me invitó a interpretar el personaje de damita joven en el montaje que estaba preparando la compañía Héctor y Edda de los Ríos. Ella me había visto hacer teatro con grupos universitarios y en el colegio.
¿Fue difícil?, ¿recibiste apoyo de tu familia? La llamada de Edda, en julio de ese año, me encontró casada y madre de dos bebés. A mi marido no le pareció nada mal, y me dio su apoyo para decir que sí. Pero, ya antes don Héctor, buen amigo de mi padre, me había invitado a actuar y mi papá le dijo: “No me gusta la idea, quiero que se concentre en la universidad, que tenga una carrera con la que pueda mantenerse”. Don Héctor respetó su criterio, mientras yo escuchaba detrás de la puerta. Permanece imborrable en mi recuerdo la imagen de estos dos hombres discutiendo mi destino.
¿Cómo fue la experiencia de empezar a formar parte de los escenarios? Bajo la dirección y tutela de don Héctor hice mi primera actuación en una compañía profesional. Don Héctor se constituyó en mi primer gran maestro, me enseñó y me alentó, pues, según él, tenía todas las condiciones para la escena. Hicimos varias temporadas hasta que don Héctor falleció; pero seguí actuando con Edda y con José Luis Ardissone. Desde entonces sigo en escena. Hubo una época en que hacía cuatro obras por año, mientras que ahora hago una cada dos años. De igual modo, siempre tengo una satisfacción enorme, disciplina y pasión por cada uno de mis papeles. La experiencia siempre es única y adoro a todos mis personajes.
¿Cuáles fueron tus papeles más significativos? En estos años, representé a Ana Frank, Édith Piaf, Lady Macbeth, La señorita Margarita, Frida Kahlo, entre muchos otros personajes. Con orgullo y amor, pude ser Victoria en la obra de mi abuelo Luis Ruffinelli; Norah, en Casa de Muñecas de Ibsen; Isabel, en La Colección de Relojes de Renée Ferrer; Catalina, la hija muda de Madre Coraje y hasta Alicia en el País de las Maravillas, entre muchas otras.
¿Encarnando a qué personajes te sentiste más cómoda o identificada? Creo que para el público local Édith Piaf es la más recordada; pero para mí todos y cada uno, en su momento, fueron lo máximo. También Mujeres de mi tierra y La señorita Margarita me dieron la oportunidad de recorrer muchos escenarios de Europa y América, y hasta me valieron para recibir una beca en Japón. Con ambas obras me presenté en La Sorbona (París), y en la sede de la Unesco (también en París).
¿Tenés otros pasatiempos? Estar con mi familia es mi pasatiempo favorito. Mimar a mis nietos y hablar con mis hermanas. También me gusta el cine, así como compartir con amigas entrañables que tengo desde la primaria.
¿Qué considerás positivo en tu vida?, ¿y qué es lo negativo? Hay mucho de positivo, como haber podido consolidar mi familia y también poder entregarme a este particular métier. En cuanto a lo negativo, diría que en Paraguay no hay entusiasmo ni incentivos para el teatro. Para cada personaje ensayo unas tres horas por día, durante dos o tres meses; luego todo se consuma en ocho o diez funciones. Es decir, que no hay relación entre lo que me obligo a trabajar para un estreno y las posibilidades de mostrar el espectáculo.
Estás haciendo un homenaje a Edda de los Ríos, ¿por qué en este momento? Es el momento oportuno. Hay muchas personas que la conocieron, que la vieron actuar, la recuerdan y admiran, por lo cual recibirá este homenaje como una deuda saldada, como una merecida valoración de una vida dedicada a la difusión del teatro nacional e internacional. Por otro lado, es oportuno hacer conocer a las nuevas generaciones, el trabajo de una actriz paraguaya. Es de vital importancia para la conservación de la memoria colectiva de nuestra gente.
Además de la obra de homenaje a Edda, ¿existen otros planes? ¡Muchos! En esta obra, el secretario de Sarah le pregunta: “¿Cuándo piensa retirarse?” y ella le responde: “No antes de mi último suspiro”. Esta también es mi respuesta.
A pesar de los obstáculos que tuvo que afrontar durante sus primeros años como actriz, Ana María Imizcoz es hoy una señora de las tablas, que ve muy lejano el día en que le dirá adiós a los escenarios.
El homenaje
Divina Sarah se trata de una de las obras más emblemáticas representada por Edda de los Ríos, en la que ella hace un recorrido por momentos de la vida de Sarah Bernhardt, actriz francesa de teatro y cine. Para llevar adelante este trabajo en homenaje a Edda de los Ríos, se reunieron el director José Luis Ardissone, quien acompañó a Edda en aquella puesta en escena, y los dos personajes de la obra, Ana María, quien interpreta a Sarah, y Silvio Rodas, quien encarna al secretario Pitou. La pieza se presenta hasta este domingo 13 en los siguientes horarios: viernes y sábado a las 21:00, y domingo a las 20:00. El precio de las entradas generales es de G. 50.000, en tanto que para estudiantes del Centro Cultural Paraguayo Americano tienen un costo de G. 25.000. Las mismas están a la venta en el Departamento Cultural y en la boletería del Teatro de las Américas, donde se realiza la obra.
Texto nadia.cano@abc.com.py