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En una nueva etapa de vida, Claudia Casarino (36), ahora casada y mamá, sigue timoneando hábilmente la inquietud de su mente y espíritu. Su última obra está inspirada en las mujeres paraguayas de antaño; desde la Conquista, pasando por las guerras y llegando al presente, y se basa, como todas sus creaciones, en el mundo de la moda. Más entendible, lo explica la autora: "La obra consiste en tres vestidos, como si un vestido pariera al otro". Pynandí fue seleccionada para participar de la muestra de arte latinomaericano, presentada por el Instituto Italo-Latino Americano, en la Exposición Internacional de Arte de Venecia, en su edición número 54. La obra de Claudia formó parte de la muestra itinerante "Menos tiempo que lugar" (que abarcó más de 15 ciudades del continente americano 2009-2010), del reconocido curador alemán ahora residente en Brasil Alfons Hug. En Asunción, dicha muestra estuvo a principios de este año, fiel a la línea de convocar a la investigación y reflexión históricas. En Venecia, Hug presentará la misma muestra bajo el título de "Entre siempre y jamás".
Mirando a través del vestido
Para compenetrarse con la obra de Claudia, hay que ubicarse en el lenguaje de la moda. "Desde que empecé mi carrera profesional de Arte, me gustó la moda, no como tendencia para ver qué se usa, sino como sistema semiótico. Cuando estaba en la facultad me interesé en el poder de comunicación de la ropa y fui investigando ese lado del arte.
-Vamos a esta tu última creación y a su mensaje.
-La interpretación es libre. Yo te puedo decir en qué me basé, cómo empecé. Mi trabajo tiende a hablar de temas de género. Para esta obra uní varias cosas. Hice una relectura del libro de la historiadora Barbara Potthast, "Paraguay, el Paraíso de Mahoma o país de las mujeres".
-Una exhaustiva investigación donde Potthast diferencia a las mujeres paraguayas de sus pares latinoamericanas.
-Y lo era. Si vas siguiendo su lectura, Potthast hace una investigación magnífica con datos de mujeres, con nombre y apellido, en la que muestra que había mujeres que tenían derechos que otras no. En una época hasta regenteaban su propio negocio. Hacia 1830 eran dueñas de un gran porcentaje de las carnicerías de Asunción, por ejemplo, y tenían propiedades. Ellas eran madres solteras que podían dejar herencia a sus hijos. Esto se daba antes de la guerra, antes de Francia incluso.
-Sigamos con lo que te inspiró.
-También recurrí a Milda Rivarola. Pude ver su colección de fotos del siglo XIX, cuando las paraguayas eran constantemente retratadas por ojos extranjeros. La vestimenta era el typói y las mujeres vestían todas de blanco. Hay una foto en el Mercado Central, que muestra un mar de vendedoras de blanco con canastas de naranja, de mandioca, entre otras.
-Eran las de menor rango social.
-Sí, las de alta clase usaban vestidos negros con encajes; todo muy sobrio.
-Ahora, durantes los festejos del Bicentenario, algunas representaron a damas de antes.
-(Sonríe) Las vi, eran representaciones de mujeres con escotes y plumas en la cabeza; parecían del viejo oeste americano. Sigo; otras fotos que me llamaron la atención fueron las indígenas, siempre con una falda y el pecho descubierto. Vi una foto, hecha por un fotógrafo alemán, que desnudó a dos jóvenes paraguayas ¡para fotografiarlas como indígenas! O sea, ¿el disfraz de indígena es la "no ropa"? Esto es lo que me gusta encontrar en el lenguaje del vestido.
-¿Cuánta veracidad de reproducción le pusiste a tu obra?
-No hago una reproducción de la ropa de la mujer del siglo XIX, sino una fantasía; exagero características que le puedan dar significado. De esto nacen tres vestidos muy largos, hasta el piso, que tienen un typói y abajo un ornamento de ñandutí. Los tres vestidos van saliendo uno de otro
- Como pariendo, nos decías.
-Como una columna; como una columna que puede sostener a una nación.
-¿Por qué el nombre de Pynandí?
-Otro elemento que fue importante en mi proceso de investigación es una pintura del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, "La paraguaya" (1879). Una mujer paraguaya en un campo de batalla desolado que está con su typói, su trenza y descalza. Mi obra se llama Pynandí por eso; Alfons Hug escribe en la presentación de la obra: "La mujer paraguaya descalza pero siempre erguida".
-A las mujeres de antes las recordamos así.
-Siempre han tenido que levantarse. Desde la Conquista, cuando daban su vientre a los españoles "para que haya paz", para cualquier cosa se usaba entregar a las mujeres. Sabemos que su trabajo fue invalorable después de las dos guerras.
-¿Qué te produce presentar tu obra en la Bienal de Venecia?
-Quizá, el gran público no sabe que esta bienal es una de las más grandes plataformas de visibilidad del arte del mundo. Estoy superfeliz de ser representante de Paraguay. Agradezco mucho el apoyo de la Secretaría Nacional de Cultura que corrió con todos los gastos.
-¿Qué entenderá el público del mundo con un título en guaraní?
-El título siempre es traducido en los países donde se expone la obra. Yo le puse como un apodo, la llamé "Ni diosa, ni puta, ni reina", mientras que el curador la interpretó como "Madre, hija y esposa". Son interpretaciones personales. Esta obra tiene un toque escenográfico con una luz dramática; siempre trato de que mi trabajo tenga varios niveles de lectura y que, por lo menos su primer impacto visual, tenga algo movilizador.
-Dejemos la idea y pasemos a lo concreto: la hechura del vestido.
-Mis obras son casi siempre vestidos. Trabajo siempre con una modista que se llama Herminia Argüello, la única que no se asusta cuando le digo: "Haceme, por favor, 100 uniformes de tul negro". Para esta obra de la Bienal, usamos ao poi y ñandutí.
-¿Querés fomentar la moda autóctona?
-¡Ah, no sé! que la gente se vista como quiera, pero me hiciste acordar que en el Victoria y Albert, de Londres (Museo Nacional de Arte y Diseño, creado en la época de la Revolución industrial), años atrás, encontré una hermosa camisa mariscal de ao poi y averigüé cómo llegó ahí. La habían llevado en 1850, para estudiar tecnológicamente un tejido sorprendente, porque era totalmente de algodón y trasparente, que dejaba pasar el aire en el intenso calor. Realmente (y lo dice fascinada), el ao poi se inventó para nuestro país.
"No hago una reproducción de la ropa de la mujer del siglo XIX, sino una fantasía; exagero características que le puedan dar significado"
"No es casual que mi primer trabajo fuera una enorme foto en la que estoy desnuda, obra que hoy está expuesta en el Museo del Barro. Después me fui vistiendo".
En sus tres vestidos
Claudia Casarino, ex-squashista, hoy ríe por los lindos recuerdos de esa época. "Era muy deportista. Ahora hago yoga de vez en cuando", comenta controlando su reloj, antes de continuar con la diaria, interminable y eficiente gimnasia de ser mamá; "tengo que pasar a buscar de la guardería a Alvaro (4) y Patricio (1 año y medio)". Esposa también, encuentra en su pareja, Alberto Rautenberg, un excelente partner. "Nos llevamos muy bien, me apoya en todo y tiene un ojo clínico para el arte". ¿Lográs vivir del arte? "Lastimosamente no, pero en todo trabajo que hago (fotografía y edición) siempre llevo mis conocimientos, lo que soy y lo que pienso".
El libro inspiración
"El Paraíso de Mahoma o País de las Mujeres" (1996) es una profunda investigación sobre la mujer paraguaya, hecha por la alemana Barbara Potthast, catedrática en Historia Ibérica y Latinoamericana. Situada en nuestra historia, la autora recopila datos de la vida de las mujeres desde la época de la Conquista, periodo colonial, Independencia hasta la Guerra de la Triple Alianza y la posguerra. El libro abarca las distintas organizaciones familiares, sociales, morales y económicas dentro de los sistemas patriarcales privados y públicos. Potthast hace inevitablemente y con maestría una recopilación de la situación de mujeres de distintas clases sociales.
Fotos: Javier Medina (retrato) y gentileza a la entrevistada.
Mirando a través del vestido
Para compenetrarse con la obra de Claudia, hay que ubicarse en el lenguaje de la moda. "Desde que empecé mi carrera profesional de Arte, me gustó la moda, no como tendencia para ver qué se usa, sino como sistema semiótico. Cuando estaba en la facultad me interesé en el poder de comunicación de la ropa y fui investigando ese lado del arte.
-Vamos a esta tu última creación y a su mensaje.
-La interpretación es libre. Yo te puedo decir en qué me basé, cómo empecé. Mi trabajo tiende a hablar de temas de género. Para esta obra uní varias cosas. Hice una relectura del libro de la historiadora Barbara Potthast, "Paraguay, el Paraíso de Mahoma o país de las mujeres".
-Una exhaustiva investigación donde Potthast diferencia a las mujeres paraguayas de sus pares latinoamericanas.
-Y lo era. Si vas siguiendo su lectura, Potthast hace una investigación magnífica con datos de mujeres, con nombre y apellido, en la que muestra que había mujeres que tenían derechos que otras no. En una época hasta regenteaban su propio negocio. Hacia 1830 eran dueñas de un gran porcentaje de las carnicerías de Asunción, por ejemplo, y tenían propiedades. Ellas eran madres solteras que podían dejar herencia a sus hijos. Esto se daba antes de la guerra, antes de Francia incluso.
-Sigamos con lo que te inspiró.
-También recurrí a Milda Rivarola. Pude ver su colección de fotos del siglo XIX, cuando las paraguayas eran constantemente retratadas por ojos extranjeros. La vestimenta era el typói y las mujeres vestían todas de blanco. Hay una foto en el Mercado Central, que muestra un mar de vendedoras de blanco con canastas de naranja, de mandioca, entre otras.
-Eran las de menor rango social.
-Sí, las de alta clase usaban vestidos negros con encajes; todo muy sobrio.
-Ahora, durantes los festejos del Bicentenario, algunas representaron a damas de antes.
-(Sonríe) Las vi, eran representaciones de mujeres con escotes y plumas en la cabeza; parecían del viejo oeste americano. Sigo; otras fotos que me llamaron la atención fueron las indígenas, siempre con una falda y el pecho descubierto. Vi una foto, hecha por un fotógrafo alemán, que desnudó a dos jóvenes paraguayas ¡para fotografiarlas como indígenas! O sea, ¿el disfraz de indígena es la "no ropa"? Esto es lo que me gusta encontrar en el lenguaje del vestido.
-¿Cuánta veracidad de reproducción le pusiste a tu obra?
-No hago una reproducción de la ropa de la mujer del siglo XIX, sino una fantasía; exagero características que le puedan dar significado. De esto nacen tres vestidos muy largos, hasta el piso, que tienen un typói y abajo un ornamento de ñandutí. Los tres vestidos van saliendo uno de otro
- Como pariendo, nos decías.
-Como una columna; como una columna que puede sostener a una nación.
-¿Por qué el nombre de Pynandí?
-Otro elemento que fue importante en mi proceso de investigación es una pintura del pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, "La paraguaya" (1879). Una mujer paraguaya en un campo de batalla desolado que está con su typói, su trenza y descalza. Mi obra se llama Pynandí por eso; Alfons Hug escribe en la presentación de la obra: "La mujer paraguaya descalza pero siempre erguida".
-A las mujeres de antes las recordamos así.
-Siempre han tenido que levantarse. Desde la Conquista, cuando daban su vientre a los españoles "para que haya paz", para cualquier cosa se usaba entregar a las mujeres. Sabemos que su trabajo fue invalorable después de las dos guerras.
-¿Qué te produce presentar tu obra en la Bienal de Venecia?
-Quizá, el gran público no sabe que esta bienal es una de las más grandes plataformas de visibilidad del arte del mundo. Estoy superfeliz de ser representante de Paraguay. Agradezco mucho el apoyo de la Secretaría Nacional de Cultura que corrió con todos los gastos.
-¿Qué entenderá el público del mundo con un título en guaraní?
-El título siempre es traducido en los países donde se expone la obra. Yo le puse como un apodo, la llamé "Ni diosa, ni puta, ni reina", mientras que el curador la interpretó como "Madre, hija y esposa". Son interpretaciones personales. Esta obra tiene un toque escenográfico con una luz dramática; siempre trato de que mi trabajo tenga varios niveles de lectura y que, por lo menos su primer impacto visual, tenga algo movilizador.
-Dejemos la idea y pasemos a lo concreto: la hechura del vestido.
-Mis obras son casi siempre vestidos. Trabajo siempre con una modista que se llama Herminia Argüello, la única que no se asusta cuando le digo: "Haceme, por favor, 100 uniformes de tul negro". Para esta obra de la Bienal, usamos ao poi y ñandutí.
-¿Querés fomentar la moda autóctona?
-¡Ah, no sé! que la gente se vista como quiera, pero me hiciste acordar que en el Victoria y Albert, de Londres (Museo Nacional de Arte y Diseño, creado en la época de la Revolución industrial), años atrás, encontré una hermosa camisa mariscal de ao poi y averigüé cómo llegó ahí. La habían llevado en 1850, para estudiar tecnológicamente un tejido sorprendente, porque era totalmente de algodón y trasparente, que dejaba pasar el aire en el intenso calor. Realmente (y lo dice fascinada), el ao poi se inventó para nuestro país.
"No hago una reproducción de la ropa de la mujer del siglo XIX, sino una fantasía; exagero características que le puedan dar significado"
"No es casual que mi primer trabajo fuera una enorme foto en la que estoy desnuda, obra que hoy está expuesta en el Museo del Barro. Después me fui vistiendo".
En sus tres vestidos
Claudia Casarino, ex-squashista, hoy ríe por los lindos recuerdos de esa época. "Era muy deportista. Ahora hago yoga de vez en cuando", comenta controlando su reloj, antes de continuar con la diaria, interminable y eficiente gimnasia de ser mamá; "tengo que pasar a buscar de la guardería a Alvaro (4) y Patricio (1 año y medio)". Esposa también, encuentra en su pareja, Alberto Rautenberg, un excelente partner. "Nos llevamos muy bien, me apoya en todo y tiene un ojo clínico para el arte". ¿Lográs vivir del arte? "Lastimosamente no, pero en todo trabajo que hago (fotografía y edición) siempre llevo mis conocimientos, lo que soy y lo que pienso".
El libro inspiración
"El Paraíso de Mahoma o País de las Mujeres" (1996) es una profunda investigación sobre la mujer paraguaya, hecha por la alemana Barbara Potthast, catedrática en Historia Ibérica y Latinoamericana. Situada en nuestra historia, la autora recopila datos de la vida de las mujeres desde la época de la Conquista, periodo colonial, Independencia hasta la Guerra de la Triple Alianza y la posguerra. El libro abarca las distintas organizaciones familiares, sociales, morales y económicas dentro de los sistemas patriarcales privados y públicos. Potthast hace inevitablemente y con maestría una recopilación de la situación de mujeres de distintas clases sociales.
Fotos: Javier Medina (retrato) y gentileza a la entrevistada.