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Desde que se casó con Pinco Carrillo, ambos anhelaban vivir en Paraguay. Carmen conoció nuestro país en 1999, y en ese breve periodo de permanencia se enamoró perdidamente de nuestra cultura, la gente y la naturaleza. Cuando retornó a su ciudad natal, siempre tuvo la esperanza de volver. Tiempo después, se le presentó a su esposo la oportunidad de trabajar aquí y, sin dudarlo un segundo, se radicaron en tierra guaraní. Ella no tenía propuesta alguna de trabajo, pero hizo lo que siempre le gustó: actuar. Se dio a conocer con su acento característico y con el tiempo ganó el respeto de grandes actores nacionales, con los que compartió escenario y lo continúa haciendo. Seis años se mantuvo alejada de las tablas para dedicarse a la producción y como mánager de Rolando Chaparro y Luz María Bobadilla. La frase “Si amas algo, déjalo ir; si vuelve es tuyo, si no, nunca lo fue” es su motivación, porque asegura que volvió a ejercer la actuación con más fuerza y que nunca dejó de entrenar, porque el actor crece profesionalmente cuando siente la proximidad del escenario y recibe críticas de buenos profesionales. Su secreto para interpretar a un personaje es conocerlo tan bien como a uno mismo.
¿Cuándo tuviste la primera sensación de que querías dedicarte al teatro? De chiquita soñaba con ser bailarina. Trataba de pararme en puntas de pie y mantenerme así durante varios segundos. En el colegio tenía la materia de dibujo y todo el día pintaba bailarinas; el profesor se dio cuenta de esto y me invitó a asistir a los espectáculos que se realizaban en el Teatro Colón. Al cumplir 17 años fui a visitar a una tía de 40 años que se mudaba de su casa de toda la vida. Ella se reencontró con su pasado, con cartas escritas por sus excompañeros que le deseaban toda la felicidad. Recuerdo que leí una de las líneas que decía: “Ojalá te cases, tengas muchos hijos y vivas en el campo como querés”. Ella nunca se casó, no tuvo hijos ni vivió en el campo; entonces me habló y citó una frase: “Carmencita, la vida no te espera; lo que quieras hacer hacelo ahora, porque el tiempo pasa demasiado rápido”. Eso me dejó pensando y decidí estudiar teatro.
¿Cómo fueron tus inicios? Vivía en una ciudad en la que no enseñaban teatro. Todos los días compraba el diario para ver si encontraba algún anuncio, hasta que un día descubrí un cartelito que decía “clases de actuación”; para mí fue la gloria. Mi primer profesor se llamaba Ricardo Passano. También estudié en la Escuela Municipal de Arte Dramático, y tuve el placer de ser alumna de Julio Chávez y Augusto Fernández. Además, aprendí muchísimo de la maestra María Luisa Gingles. Antes de salir a escenario siempre recuerdo las frases que me enseñó Gingles.
¿Qué pensás antes de subir a un escenario? Por lo general, llego al lugar tres horas antes de una función, me preparo, relajo y realizo mis ejercicios para eliminar la tensión. Pero cuando debo ingresar al escenario, mis pensamientos quieren traicionarme y me digo: ¿qué hacés acá?, ¿por qué no me quedé en casa?, ¿por qué no atiendo un quiosco? Pero cuando doy el primer paso, se me olvida este reclamo y comienzo a disfrutar.
¿Tratás de identificarte con el personaje? El actor debe sentirse como el personaje o si no, nadie le podrá creer. Yo creo en la vida, en el escenario, y que ese es el lugar que te permite vivir varias vidas que no podés vivirlas en el mundo real, de lo contrario te tildarán de psicópata. A veces, me pasa que me encuentro en casa haciendo gestos de mis personajes y reconozco que siempre ellos me dejan algo.
¿Siempre te gustó la idea de presentar un unipersonal? Participé en obras con elencos de hasta 100 personas en un grupo llamado “Equipo Repertorio Alternativa”. En una ocasión, cuando acompañé al aeropuerto a un profesor que llegó para dictar un taller, le comenté mis ganas de actuar sola; él me recomendó que lea alguna obra. Como me encantan las poesías de Federico García Lorca, pensé en interpretar una de ellas y, al regresar a mi casa, imaginé presentada mi obra. Entonces, leí varios poemas de Lorca y decidí que el espectáculo se llame Lo que más me gusta de Federico. En esa oportunidad actué con el guitarrista Alejo Jiménez y el cantante Javier Tudela. Después de un tiempo, presenté la obra Cinco horas con Mario, que trata acerca de una mujer cuyo marido muere de imprevisto. Ella queda sola con él en la noche del velorio y se atreve a decirle todo lo que no le dijo en 25 años. El texto es maravilloso, pero me costó trabajo conseguirlo.
¿Cómo fue la historia para que consigas el libreto? Es una obra que me recomendó el año pasado el exembajador de España, que actualmente es representante en la Unión Europea de Uruguay. Él fue a ver una función de Lo que más me gusta de Federico. Al felicitarme me habló de la obra Cinco horas con Mario, escrita por el autor Miguel Delibes. A los 15 días lo encontré de vuelta y me preguntó si ya la leí. Luego, en abril, asistió al show Tango, cosa de Mujeres y al terminar la función fue al camerino para saludarnos y me volvió a preguntar si investigué algo. Ya me daba vergüenza decirle que no, entonces busqué en internet y encontré solo la novela adaptada por el autor. Contacté con la productora y les comenté que el entonces embajador estaba interesado en que se presente dicha obra en el primer mes del Teatro Hispano-Paraguayo y que coincidentemente estaría viajando a Madrid. Me dijeron que llame cuando llegue a España y me pasaron su número de teléfono. Me reuní y por primera vez la productora Sabre autorizó que se exhibiera en Sudamérica esta versión teatral. Hasta hoy en día los productores no saben por qué permitieron a Carmen presentar la obra en Asunción; además, la autorizaron a viajar a Uruguay, República Dominicana y Guatemala para mostrarla. La gira fue organizada por el Centro Cultural de España Juan de Salazar (CCEJS) con el apoyo de la Fundación Miguel Delibes y la productora Sabre.
CEPATE
Como flamante secretaria general del Cepate, Carmen asegura que para ella y todo el equipo, la organización significa compromiso, respeto, fuerza y coraje. “En estos momentos estamos en proceso de cambios; queremos ofrecer a los actores lo que verdaderamente se merecen, como por ejemplo, leyes que regulen el trabajo del actor, que los artistas seamos reconocidos como trabajadores, que se implemente la famosa Ley de los Artistas que propuso un diputado en el 2007 y fue aprobada en el 2010. Sin embargo, en el 2013 todavía no se cumple; que los artistas tengamos seguro médico de IPS, jubilación y establecer un tarifario base. Nosotros como gremio esperamos regularizarnos. La nueva comisión directiva manifiesta las ganas de seguir trabajando para que los artistas sean valorizados. Es una tarea que demanda mucho tiempo ad honórem y en la que nosotros mismos aportamos para que todo fluya mejor.
Texto dbattilana@abc.com.py