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Mandala es un término de origen sánscrito, que quiere decir círculo sagrado; pero no se trata de una mera figura geométrica, sino de una forma de expresión que está instalada desde los orígenes remotos de la humanidad, en distintas culturas y civilizaciones. “Los mandalas son diagramas o representaciones esquemáticas y simbólicas del macrocosmos y el microcosmos”, señala Camperchioli, quien es pintor, grabador, dibujante, promotor cultural y profesor.
Desde tiempos remotos, los mandalas fueron utilizados por los sabios y sacerdotes en sus meditaciones, sanaciones, en complejos rituales de diferentes culturas y regiones del mundo.
La realización de mandalas es eficaz para armonizar, estabilizar y controlar estados de crisis, ansiedad y desequilibrios. Su meta es fomentar la concentración de la energía en un solo punto durante la meditación. “Según Carl Gustav Jung, padre de la psicología moderna, es la manera que tiene la psiquis de reordenar los contenidos psicológicos que se encuentran disgregados”, apunta nuestro entrevistado, quien comenta su experiencia a través de esta terapia.
Capacidad creativa en acción
“A través de la meditación, buscamos tranquilizar la mente y volver a ese contacto con uno mismo, y desde ahí dejar que ese ser interior, que es creador por excelencia, se exprese. Lo que buscamos es restablecer ese contacto con el ser interior. Desde esa unidad del ser, se logra contactar con el archivo mental de informaciones y recuperar esa capacidad creativa que se tiene de manera innata. Recordemos que, como dice la Biblia, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, y, como tales, somos cocreadores con él”.
En procura de la reunidad del ser
¿Qué representa o simboliza un mandala? “Es un esquema que recuerda la unidad del ser, tanto a nivel del macrocosmos (el universo) como del microcosmos (cada célula del ser humano). En ambos se repite el esquema mandálico. Nuestra cultura y nuestra educación nos alejan de esa estructura armónica y natural, y entramos en esquemas no naturales; es aquí que se da una ruptura en el esquema natural, y de ahí vienen las enfermedades, las angustias, los pánicos”, explica el artista, quien desde hace años pinta mandalas, y de hecho realizó varias exposiciones de ellos. “Cuerpo, mente y espíritu forman una unidad que al desmembrarse provoca un desequilibrio. Ante este desequilibrio, el cuerpo se resiente y entonces se ve un crecimiento desordenado a nivel celular. El objetivo del mandala es recordar esta unidad, y actúa como todo símbolo arquetípico: de una manera directa sobre el inconciente”.
El profesional destaca que con el mandala, el ser humano logra desbloquear su creatividad, la que generalmente es bloqueada por la educación y la cultura en los tiempos modernos.
Ser felices
“El ser creativo es aquel capaz de sacar el mejor provecho del momento que le toca vivir, generando un mejor relacionamiento con su entorno y los demás. También es muy importante conectarse con el niño interior que todos llevamos dentro, que es un aspecto muy masacrado, nos volvimos muy serios, muy rígidos, y nos olvidamos de que hay un niño que quiere jugar, expresarse, y que puede enseñarnos muchísimo gracias a esa sabiduría innata que encierra en su interior”. Relajarse y recordar que estamos aquí para vivir y ser felices es el mensaje que llega a través de esta propuesta lúdica, que permite generar un espacio de diversión, relajación y expresión.