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Un poco de historia
Uno de los bailes más tradicionales de la historia era el de la reina Carlota, creado en 1780 por el rey Jorge III en honor al cumpleaños de su esposa. Las chicas debían vestir de largo y riguroso blanco, señal de pureza y castidad. Con ese baile se pretendía también que las debutantes adquirieran el roce social, la confianza y compostura requeridas para manejarse adecuadamente en sociedad. De hecho, debían practicar con instructores los bailes de moda, así como el vals y, también, perfeccionar la genuflexión, gesto obligatorio en la realeza, hasta lograr la perfecta.
Le Bal, la gran fiesta en París
Esta fiesta se distingue como una de las veladas más prestigiosas del mundo. Debutantes de distintas nacionalidades son invitadas al baile más exclusivo de Europa, quienes se presentan con vestidos de alta costura y participan de una cena que termina con un tradicional vals. Generalmente, acuden miembros de la aristocracia, realeza y alta burguesía; millonarios y famosos para presentar en sociedad a jóvenes promesas de diferentes lugares del planeta. Estas jóvenes –quienes desde ese día pasarán a formar parte de la élite– dominan varios idiomas, ya que acuden a los colegios más prestigiosos del mundo.
Todos los años, las casas más importantes de alta costura de Francia visten a las debutantes. Una semana antes de Le Bal se les toman las medidas, y se realizan las pruebas de maquillaje y peinados para la ocasión. Infaltables son los exclusivos zapatos de Christian Louboutin, el maquillaje de la casa Mac y, dentro de los diseñadores, Rolland Mouret, Dior, Chanel, Zuhair Murad, entre otros.
En el Paraguay, el debut en sociedad sigue siendo una de las galas más importantes para varios grupos sociales y ya no es exclusividad de la clase privilegiada; también se realiza en diferentes esferas sociales. Lo bueno es que, en esa fiesta, las debutantes se llenan de entusiasmo, nervios y alegría. Una noche en la que se lucen con su vestido blanco y comparten con sus amigas.
Estemos o no de acuerdo con esta fiesta, que para algunos no es más que una demostración de la ostentación y el derroche, vale la pena recordar a Franz Kafka: “La juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza. Cualquiera que tenga la capacidad de ver la belleza nunca envejece”.
Hasta la próxima entrega…