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Es recomendable utilizar un bajomantel o muletón (tela afelpada, lana o acolchada), que será de mucha utilidad para que el mantel no se resbale. También protegerá la mesa del calor y de la humedad, además de evitar ruidos a la hora de servir. El muletón no debe ser mayor que el tamaño del mantel, para que no sobresalga. Tampoco debe ser muy grueso, al punto de asemejarse a colchoneta. Si el mantel es calado es obligatorio usar un fondo para que no se vea la mesa.
En cuanto a tejidos para manteles, el algodón, lino o hilo son excelentes. Si se desea una mayor ornamentación, se puede apelar al gross, broccato, el encaje de Bruselas, al organdí suizo y a nuestros bellos tejidos artesanales (ao po’i, encaje ju, ñandutí).
El mantel debe cubrir por completo la mesa, pero no debe llegar al suelo. La regla general es que cuelgue, como mucho, un tercio de la distancia que haya desde la mesa hasta el suelo (aproximadamente 15 cm). Debe armonizar con las servilletas y demás elementos, como vajillas y adornos. Si se trata de colores, el blanco lleva la palma en recepciones de gala, pero en la actualidad existen bellos manteles en marfil y tonos pastel. La elección dependerá del grado de formalidad de la reunión. Así, para comidas informales, los colores vivos serán bienvenidos en motivos florales, cuadros o rayas.
El mantel no debe tener muchos dobleces. Solamente se admite algo de arruguitas en el centro. En todos los casos, este detalle debe ser considerado con anticipación para evitar resultados antiestéticos. Otra cuestión de vital importancia es dejar suficiente espacio entre los comensales. Lo indicado es de 60 a 75 cm entre estos.
Ambientación
El carácter del evento (oficial, formal e informal) determinará la selección de la mesa, que –para ocasiones muy formales– se vestirá, preferentemente, de blanco. Frente a cada comensal se ubicará un mínimo de tres copas y buena vajilla con platos de sitio. Los candelabros serán preferentemente de plata y los centros de mesa armonizarán con el conjunto. Si se trata de un evento informal, existirá una mayor libertad en cuanto a los colores del mantel y los centros de mesa; la vajilla será sencilla, al igual que los demás complementos.
En todos los casos, el espacio es de vital importancia, tanto para la circulación como para la hora de sentarse a la mesa. Por ello, el conjunto de muebles debe permitir un libre desplazamiento. En cuanto a la decoración, las posibilidades son variadísimas, pero, en líneas generales, se recomiendan flores frescas –cuyo aroma no interfiera con el sabor de la comida– y las velas porque otorgan calidez al ambiente. Sin embargo, el uso de candelabros y velas está destinado únicamente para la noche. Otra precaución que se debe tener en cuenta es que la altura de los centros de mesa no interfiera la visión entre los comensales. La ambientación tiene, asimismo, otros componentes, como la luz, que no debe ser excesiva ni muy tenue. En esta misma línea se inscribe la música. Si no se prevé una actuación en vivo, lo mejor es apelar a la música instrumental. Si hubiere música en vivo, lo ideal es presentar al grupo a la hora del postre, para no intervenir las conversaciones durante la comida y por respeto a los artistas. Si se colocan ceniceros en la mesa, los comensales podrán fumar, pero lo ideal es que pospongan este deseo.
Recuerda: “Toma consejo en el vino, pero decide después con agua”.
Hasta la próxima entrega…
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