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Cuando niña –y mientras sus padres dormían– ella y sus hermanos tenían prohibido hacer mucho ruido. Jugaban en el jardín y, aunque disfrutaba mucho de las travesuras con su hermana María Inés y su hermano Fernando, su pasatiempo favorito era recibir a sus muñecas en su salón de belleza imaginario. Con los pinceles en mano, ella coloreaba ojos y labios, y pronto sus muñecas de porcelana se convirtieron en usuarias asiduas de su inventiva.
En su adolescencia –según recuerda– le encantaba observar los programas de belleza que se emitían en los canales de televisión, y María Inés era su incansable modelo. En su rostro utilizaba los maquillajes de su madre, Celmira, para imitar la propuesta que había visto en la tevé. Y así fue aprendiendo.
A los 20 años recibió la noticia que cambió su vida y la llenó de alegría: estaba embarazada. Tras la llegada de su primer y único hijo, Jeremías (15), inició sus estudios de abogacía en la Universidad Nacional de Asunción, mientras también trabajaba en la Fiscalía, puesto que mantiene hasta la actualidad. Sin embargo, fueron pasando los años y ella sentía que su vida sin el arte no estaba completa. Se dio cuenta entonces de que para maquillar con soltura necesitaba de estudios. Al poco tiempo, se enfocó profesionalmente y, desde ese entonces, no abandonó su pasión por la estética.
Su primera maestra fue Sonia Barriocanal y, en su salón de belleza, Caro se desempeñó como asistente. Pero algo faltaba: ella quería seguir aprendiendo, saciar su sed de nuevos conocimientos, y el destino la llevó a Buenos Aires (Argentina), donde conoció a los profesionales Mabby Autino y Oscar Mulet, que se convirtieron no solo en sus profesores, sino que en sus principales referentes.
“De esa experiencia nace la idea de exportar a nuestro país los productos de cosmética de Oscar e instalar un estudio de maquillaje bajo su dominio, pero al poco tiempo compré la franquicia”, recuerda Caro, quien pronto empezó a realizar viajes frecuentes a países como Brasil, Ecuador, Cuba, Venezuela, México y Estados Unidos con el fin de capacitarse. “No me fue nada mal, pues había aprendido buenas técnicas en Asunción”, explica.
Su triunfo fue inmediato y pronto empezó a dictar tallares de maquillaje en el congreso de Buona Estétika 2012, en Buenos Aires, y fue contratada, además, para ser la maquilladora estrella en el lanzamiento de una marca americana de brochas y pinceles en Ecuador. Posteriormente, trabajó para campañas publicitarias de Got Milk (Estados Unidos), Heineken (Australia), Nestlé (México), Ala (Sudamérica), Toyota (Paraguay), Peugeot (Argentina) y Coca Cola Internacional.
Su último curso fue con el grand manager de la marca Mac en Miami, con quien aprendió nuevos métodos de producciones gráficas y pasarela. “Anhelo que llegue el momento de inaugurar un atelier de pintura en el que pueda expresarme rodeada de un ambiente verde y de mis seres queridos, principalmente mi hijo, que más que nada es mi amigo”. Actualmente, el estudio de maquillaje lleva su nombre y lo comparte con un equipo profesional formado por seis maquilladores y una peluquera.
Texto dbattilana@abc.com.py
Modelo Silvana Ojeda, para Sight Talent Agency