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La historiadora Prof. Dra. Mary Monte de López Moreira escudriñó aspectos de las labores realizadas por miles de mujeres durante y después de la guerra, las que, sin importar la edad o condición social, asumieron el compromiso de servir al país.
“Su presencia fue indispensable para desarrollar las tareas que, generalmente, eran privativas de varones. Ella organizó, dirigió y trabajó, tanto en el frente como en la retaguardia”, comenta la profesional.
Enfermera
Esta no dudó en abandonar su hogar para prestar cuidados a los enfermos y heridos, pese al clima y los medios insuficientes. Su tarea no se ciñó solo a atender a los heridos, sino también a buscar leña para hervir los instrumentales quirúrgicos, preparar los vendajes, depurar las aguas, cocinar para los soldados de los hospitales de guerra y, sobre todo, dar un aliciente de esperanza a los moribundos. Las epidemias de disentería y paludismo, a veces, mataban más que los proyectiles. Debe recordarse que el principal problema de la guerra fue la falta de agua y el sofocante calor, pero la voluntad de ella pudo más.
Heroína sin nombre
En la retaguardia trabajó en los talleres, tanto en los del Estado como en los particulares. En la Intendencia General de Guerra organizó los trabajos de miles de costureras en la confección de uniformes para el Ejército y de otras tantas en diversas responsabilidades, como talabartería, sastrería, zapatería, carpintería, entre otras.
Mujer soldado
“Podemos citar a la villarriqueña Dolores Giménez, quien impulsada por el deseo de defender a su patria al igual que sus hermanos, vestida de hombre, se presentó al Regimiento Acá Carayá. Como eran momentos de urgencia para enviar contingentes al frente, obviaron las inspecciones de rigor y solo le hicieron el de la vista. Su valentía al combatir inspiró a otras mujeres que, como ella, defendieron a la patria con indumentaria masculina”, refiere la historiadora.
Una joven de 16 años, oriunda de Roque González de Santa Cruz, se alistó con su hermano: “Manuela Villalba, vistiendo el tradicional uniforme verde olivo, peleó en la línea de fuego como soldado raso. Después de combatir durante casi un año en el frente, decidió con su hermano cambiar de unidad, sin las correspondientes exigencias militares, hecho que casi los lleva al fusilamiento por deserción, razón por la que tuvo que revelar su identidad”, acota.
Asociaciones de mujeres
Ellas formaron los primeros institutos y asociaciones de caridad que, antes, durante y después de la guerra, prestaron valiosos servicios al país. Crearon hospitales, asilos, colegios, seminarios, leprocomios, entre otros. Algunas fueron la Asociación Patriótica y la Comisión Pro Patria.
Madrinas de guerra
“Quizás sea esta la característica femenina más notable, diferente y muy particular. Fue la protagonista de una función muy especial de asistencia material y espiritual a los soldados e instituyó el madrinazgo, punto clave en la manutención de la moral de los combatientes. Un tiempo antes de iniciarse el conflicto bélico, la prensa nacional publicó un artículo promoviendo el deseo de contar con madrinas de soldados”, cuenta Mary Monte.
Se fundó la nucleación denominada Madrinas de Guerra para los defensores del Chaco. La misión desempeñada por cada madrina era múltiple: debía escribir a su ahijado, a quien, generalmente, no conocía; mantenerlo animado con palabras entusiastas a más de enviarle golosinas, cigarros, cigarrillos y varios otros artículos de su interés.
Aceptar a un ahijado desconocido –al soldado que combatía por el país– fue una forma muy especial de demostrar el patriotismo de la mujer en horas tan cruciales.
Sirvan estas líneas para reivindicar a esas nobles mujeres, hoy quizá olvidadas por la memoria histórica, pero que otrora ocuparon un lugar privilegiado en los corazones de todos los paraguayos.
carlos.canete@abc.com.py