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A sus 33 años se licenció en Ciencias Contables. Desde muy niña, su madre, Irene, le inculcó valores: el amor a la naturaleza, el respeto a los demás, el aprecio a una misma en todo sentido y la fe en Dios. “El mejor regalo que recibí fue el cariño de mi familia; en especial la comprensión de mi mamá, que incansablemente me ayudó a confiar en que sí se puede”.
A los 12 meses tuvo meningitis. Durante su convalecencia presentó fiebres altas que complicaron su capacidad auditiva, por lo que comenzó a utilizar un audífono. Nunca perdió las ilusiones, pero el intento no resultó como esperaba. Aun así, no desistió y encaró su vida con optimismo y desafío. Poco después aprendió a leer los labios; sus allegados la acompañaron y le enseñaron palabras.
Nuevamente, el ánimo iba creciendo. Asistió a la Escuela Especial de Fonoaudiología; allí desarrolló su educación primaria y en paralelo, por las tardes, acudía al Colegio San Miguel Garicoits. Su formación secundaria la cursó en dos instituciones: el Colegio San Miguel y después se trasladó al Colegio San Rafael. “Quiero sencillamente agradecer a todos los profesores que conocí, porque descubrí la esperanza en cada palabra. Siento un gran amor hacia ellos”.
En vez de deprimirse y echarse atrás, hace ocho años y ocho meses se desempeña en la Dirección de Administración de Jubilación del Instituto de Previsión Social (IPS). Ajusta sus horarios para conjugar su profesión con la crianza de sus hijos, Laura Elena (15) y José Fabián Fernández (12). “Gracias a Dios, ellos no tuvieron ningún problema. Gozan de buena salud y es una bendición para mí”, asegura. Ellos se comunican con ella verbalmente, pero siempre le preguntan si prefiere el lenguaje de las señas. “Mis hijos estudiaron el alfabeto manual español, porque mediante las manos conversan con su papá. Estuve casada durante siete años y me separé hace tiempo. Me gusta hacer las cosas bien y trabajo para sustentar a mi familia. Una tiene que estar preparada para enfrentar los obstáculos. Aunque me molesta que critiquen mi sordera, es algo que Dios me envió”.
Es una lectora empedernida; leyó toda la saga Harry Potter y, al ver la película,
captaba perfectamente qué sucedía. Confiesa que su ídolo es Michael Jackson, pues siendo chiquita encontró videoclips con sus temas. Con sus ojos cantaba y bailaba al compás del Rey del pop. Coleccionaba revistas en cuyas portadas aparecía el artista, compraba estampas y las guardaba en su billetera. “Él me hizo conocer la música, el día de su muerte lloré un montón y a veces miro sus videos con subtítulos en YouTube”.
Su momento de relajación es cuando logra distenderse y piensa en las playas de Brasil, adonde va de vacaciones, ya que es hija de un brasilero. “Mi papá vive allá, pero cuando lo visito tratamos de ponernos al día. Es muy simpático conmigo, me habla en tres idiomas y hago todo lo posible para entenderlo. Luego le pido por favor que me hable en español”.
Considera que posee la predisposición y el carisma para ayudar a otros. Uno de sus sueños es asistir a niños sordos y hacerles asimilar a los padres que, con mucha persistencia, pueden valerse por sí mismos. Con el tiempo, Laura se percató de que su vista y corazón son sus oídos.
ALTERNATIVA
El implante coclear es un transductor que transforma las señales acústicas en eléctricas para estimular el nervio auditivo. “Tengo entendido que esta prótesis presenta ciertas consecuencias como la confusión de los sonidos. Estoy segura que sin implante coclear se puede hablar unas pocas palabras y leer los labios. Es indispensable el acompañamiento familiar, de amigos, vecinos y compañeros para un desarrollo normal, sin complejos y con ganas de demostrar a todos que lo esencial es invisible a los ojos”, finaliza.
dbattilana@abc.com.py