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“¿Espejito, espejito, quién es la más bella?”. Karl Lagerfeld convirtió el majestuoso museo del Grand Palais en un paisaje de espejos que recordaba la célebre escalera de la sede histórica parisina de Chanel.
Es en esta escalera de paredes recubiertas con espejos –que conducía a su apartamento– que Coco Chanel tenía por costumbre sentarse durante los desfiles que se sucedían abajo en el salón, con el fin de observar las reacciones de los invitados.
La colección se inició con variaciones del célebre traje chaqueta de tweed de Chanel en tonos pasteles, cintura alta y acentuado por un cinturón grueso.
Un pequeño sombrero encajado en la parte posterior de la cabeza completa el conjunto, evocando inevitablemente a Jackie Kennedy. La pincelada moderna: unos zapatos plateados brillantes y una pulsera de perlas alrededor del pie, a veces tatuado.
Chanel sigue viajando en el tiempo con vestidos tipo tubo y siluetas de los años 1930, con una profusión de plumas. El glamour brilla: cristales, perlas y lentejuelas.
El broche al desfile lo puso Lily-Rose Depp, imagen de Chanel e hija de Johnny Depp y Vanessa Paradis, con un vestido de volantes rosa pálido, en los brazos de Karl Lagerfeld.
Texto: Anne-Laure Mondesert || Aurélie Mayembo (AFP)
Fotos: Agencias EFE y AFP.