El desafío de pintar

Federico Caballero estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes con el profesor Juan Gaja, cuando apenas contaba con 12 años. Realizó varias exposiciones desde 1992. El sustento diario lo cubre con la venta de sus cuadros y los retratos que dibuja.

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Nació en Asunción y desde muy temprana edad sintió la vocación de pintar. En su etapa escolar, en vez de completar las tareas, se pasaba dibujando. Su padre, el escritor y poeta Miguel Ángel Caballero Figún, vio en él a un artista en potencia y lo llevó a la academia de Bellas Artes junto al profesor Juan Gaja, quien lo acogió y lo dejó participar como oyente en los cursos superiores del instituto. Desde allí no paró. Hace 21 años realizó su primera exposición a pedido de su maestro, quien le inculcó a exponer sus obras una vez por año, como disciplina. En la adolescencia, por las distracciones propias de la edad, Federico dejó de lado las exhibiciones de sus cuadros y experimentó con la música. Pisó el escenario político al activar en el Partido Febrerista, allá por el año 1996. Sin embargo, la emoción no fue la misma; la pintura era lo suyo. Entonces, con osadía se aventuró al delirante y mágico universo del arte. Hoy, con 34 años, aprendió a sobrevivir de su oficio llevando en su andar diario un lápiz y un papel, para sorprender al mundo con los trazos que le nacen del corazón y que se van plasmando a través de sus ágiles manos.

“Pintar es una especie de terapia. Ayuda a canalizar las energías y emociones. Es una forma de equilibrio, principalmente. Uno siente que pertenece al mundo, que está por una razón”, expresa. Según comenta el artista, al principio, cuando tenía 15 años, pertenecía al impresionismo. Y a partir de 2005 optó por el realismo ecléctico, que agrupa varias escuelas: impresionismo, expresionismo, surrealismo, en una combinación armoniosa. “Después comencé a pintar imágenes distorsionadas, figurativas y en línea recta. La diferencia con otras obras es que mantiene las proporciones. En pocas palabras, sería un realismo sin hacer realismo”, explica.

En una introspección, Federico se define como una persona complicada que busca ser sencilla. “Me cuesta, no digo que lo logre, pero por los menos trato”, asegura.

La pintura siempre figura entre sus proyectos, aunque en ocasiones quiere hacer una pausa y buscar un trabajo estable. “Me gustaría trabajar en turismo; pienso seguir la carrera de Hotelería y Turismo porque creo que esta profesión es muy importante para el país. El turismo tiene que ser una política de Estado”, resalta.

En un análisis sobre la relación entre la sociedad y el arte, afirma que el espectáculo desplaza al  arte. “Con el tiempo, las personas se cansan; nadie puede estar pendiente del show las 24 horas del día. Hay que revalorizar el arte”, sostiene.

Federico destaca que lo positivo en su oficio es que se logra una realización personal porque, según dice, pintar es un desafío. Por otra parte, señala que no hay nada malo en pintar, pero sí en el mundo de la pintura. “Es un mundillo con sus circuitos de ventas y todo es muy hermético... muy hermético. Ese es el problema: no es abierto. Yo no tengo nada en contra de los que venden sus cuadros. Antes que todo, puede haber buenos pintores y yo admiro la buena pintura. Ahora, que se trabaje para que otros no puedan hacerlo es lo negativo. En nuestro medio existen artistas, no solo en las artes plásticas, sino en todos los ámbitos, que se encargan de que no emerjan nuevas figuras, nuevas potencialidades. A mí ya no me preocupa eso, ya logré sobrevivir y vivir del arte. Me interesa por los otros, por lo que se inician”, asegura.

Con respecto al promedio de producción de sus cuadros, dice que antes pintaba mucho, pero como la venta es irregular, dejó de hacerlo en gran medida. “No quiero producir demasiado porque no creo que la gente esté valorando mis cuadros, salvo algunos conocidos. Entonces, no creo que sea necesario tanta cantidad”.

Según dice, hace falta una revolución de cualquier índole, ya sea política, cultural o económica, ya que cree que una llevaría a la otra de algún modo como un efecto dominó. “Este país necesita cambiar en muchos aspectos y debemos estar pendientes de dónde saltará la liebre, como se dice. Por ende, uno debe estar preparado para todo. Uno no solo es artista, también es político”, asegura.

En tono de mensaje, exhorta a las personas a no limitarse por el deseo de marcar estilos. “No piensen en hacer la diferencia porque ella ya está en nosotros. Solo concéntrense en lo que les gusta y a trabajar”.

Picasso

Federico se declara un gran admirador del buen arte. Entre sus referentes locales cita a Carlos Colombino, Ricardo Migliorisi, Miguel Fernández y Juan de Dios Valdez. Aunque no quiere nombrar a un artista plástico internacional, comenta que con Picasso aprendió a pintar. “Cuando vi sus cuadros por primera vez no los entendía, no me parecían atractivos. Pero después con el tiempo fui desarrollando mi visión artística y descubrí entonces la maravilla de sus obras”, apunta.

Texto  jose.riquelme@abc.com.py

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