Cultura de colores

Motivada por sus ganas de innovar, seis años atrás hizo a un lado el puesto que ocupaba en una compañía multinacional para, desde entonces, volcarse de lleno a dar rienda suelta a su imaginación. De avanzada y transgresoras, así son las líneas dibujadas por Marysel Paniagua (40), en las que la artesanía paraguaya cobra vida en intensos colores.

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Su interés hacia el arte de diseñar se remonta a la niñez, cuando –rodeada de corambre y máquinas de marroquinería– fue internalizando los secretos del cuero, de manos de su padre, Arsenio Paniagua. Incursionaba en la empresa familiar esporádica y sutilmente, pero con el transcurrir de los años sintió crecer en su interior una fuerte inclinación a ahondar en la materia. No obstante, el destino la llevó a la Facultad de Ciencias y Tecnología de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción, donde estudió Análisis de Sistemas, profesión que ejerció durante 12 años, tras los cuales tomó la decisión de encaminarse como diseñadora y empresaria, y dar forma a su marca AKI. Sus creaciones en termos, calzados, carteras y objetos de merchandising hacen gala de una gran vivacidad cromática y la originalidad que les imprime. Y es así como, mezclando cuero y arte nacional, logra componer una fabulosa armonía entre tradición y vanguardismo.

Marysel no solo sedestaca en el ámbito local; prueba de ello es que fue una de las privilegiadas diseñadoras nacionales invitadas al Encuentro de Diseño de Autor (EDAF), celebrado el pasado 9 de mayo, en la provincia argentina de Formosa.

¿Cómo se inició tu impulso? Siempre quise seguir Diseño, pero en aquella época no era vista como una carrera para la gente más tradicional. Mis padres, por ejemplo, siempre me empujaron hacia una profesión más clásica y, de ese modo, estudié Análisis de Sistemas, pero nunca dejé de soñar. Incluso, cuando me recibí de analista, mi primer objetivo fue inscribirme en la carrera de Diseño, pero acepté un empleo y me quedé sin tiempo para ir en busca de mis sueños. Finalmente, y a pesar de que nunca pude especializarme académicamente, terminé haciendo lo que me gusta. Yo crecí viendo cómo se trabaja en cuero. Mi papá, Arsenio Paniagua, quien falleció hace seis meses, fue el pionero en el rubro de la confección de prendas en cuero en el Paraguay, ya que hace 45 años, en los orígenes de su marca Topeka, nadie se dedicaba a esto. A pesar de que toda la materia prima era traída de la Argentina, debido a que en esa época no se vendían ni hilos todavía acá, su marca fue la primera en elaborar camperas de cuero en el país. Yo siempre estuve metida entre los talleristas, viendo y opinando sobre la confección y los modelos, y mirando revistas para saber qué estaba de moda. También viajaba mucho a Buenos Aires con mi mamá (Selva Valle de Paniagua), porque era la única manera de enterarse de lo que ocurría; internet todavía no ayudaba en nada.

¿Y cómo se dio esa amalgama de cuero y bordados autóctonos? Mis padres toda la vida me inculcaron el amor por la tradición de nuestra tierra, en especial mi papá, quien, constantemente, escuchaba las guaranias. Me infundió un profundo amor a nuestra cultura y, a partir de la música, me enamoré de mi país. Ya desde entonces me encantaba todo lo vinculado con la artesanía y, cuando concebí mis propios diseños sobre cuero, me impuse la meta de producir cosas totalmente distintas a las que manufacturaban en la fábrica de mi papá. Topeka era una marca de prendas muy clásicas y quise algo más vanguardista, más transgresor.

¿Fue difícil dar ese primer paso? Recuerdo que, en un principio, mi papá me daba muchos consejos sobre cómo aplicar el cuero a las carteras y todo ese tipo de detalles, pero yo fui probando con cosas nuevas, hasta que les quise dotar de más color. No fue sencillo, pero inicialmente me dispuse mezclar primero con pintura lo que era hecho a mano sobre el cuero, paulatinamente fuimos aplicando el ñandutí, después la faja, y cada vez incorporamos más elementos. Nosotros fuimos los primeros en forrar los termos con ñandutí, aunque tengo conocimiento de que ya había gente que lo aplicaba a los bolsos, entre ellas mi propia madre, quien era responsable de la sección de carteras en Topeka, pero todo era aún muy serio y formal.

¿Cuál fue la reacción inicial de la gente? “¡Cómo vas a destruir el cuero de esa manera!”, me decían muchos cuando implementamos la pintura sobre este. Lo mismo ocurrió con el ñandutí; numerosas personas me dijeron que combinar cuero con piezas artesanales restaría estatus a la marca, que resultaría un objeto de artesanía más, pero quedaba superlindo y artístico. Fui notando con el tiempo que había gente a la que sí le gustaba, porque no se trataba de algo mal hecho, sino de diseño y bien elaborado. Y, pese a que no exportamos directamente, la marca está presente en muchos países alrededor del mundo.

A partir de la pintura, ¿qué más adheriste al cuero? De todo (risas). A la pintura le sucedió el ñandutí, que también sumamos la faja, y durante los últimos años, y a medida que yo establecía mayor relacionamiento con las artesanas, nos fuimos entusiasmando con las posibilidades de ofrecer cosas nuevas sin apartarnos del toque artesanal. Si bien entablamos la tarea con señoras mayores, notamos cómo las hijas y nietas empezaron a verla como algo más fashion, algo que ellas también pueden labrar. Estoy convencida de que, de esta manera, estamos ayudando a que el legado de nuestro acervo cultural vaya transitando de generación en generación y no se extinga. Hace un tiempo nos propusimos analizar qué otros bordados podíamos incorporar y cómo fusionarlos con nuestros productos, lo que derivó en que, en la actualidad, también trabajamos con ao po’i, otra novedad para el rubro. Además, integramos el encaje ju, el karanda'y y la totora a los termos, y otros artículos de la marca.

Contanos acerca de tu participación en el EDAF. El evento se realizó en Formosa y, previamente, los organizadores investigaron marcas de acá, productos que contasen con diseños de autor y ocupasen la artesanía de la región. Me contactaron a través de la fanpage de AKI, para decirme que les gustaba muchísimo lo que hacía, porque todo era de diseño y bien fusionado. A la gente de allá le encantó nuestro trabajo. A todos les encanta el ñandutí, sobre todo a los extranjeros.

El talento lo heredó de sus padres y su ingenio la movilizó a revitalizar el maravilloso tesoro de la artesanía nacional. El vanguardismo y el color son los principales aditivos de su imaginación.

EDAF

Esta plataforma informativa apunta a generar un espacio de convergencia para los rubros diseño, arte y artesanía. En su más reciente edición, la cita convocada en el estadio Cincuentenario de la ciudad de Formosa, Argentina, contó con la participación de expositores de la región, cuyos diseños ponen de relieve lo propio de sus raíces. Organizado por el Ministerio de Economía argentino, en conjunto con la Agencia de Desarrollo Empresarial, el evento permitió a los presentes apreciar, comprar e interactuar con los autores locales y regionales de los diferentes sectores. La tienda de AKI se encuentra en San Martín c/ Federación Rusa.

Marysel Paniagua

Analista de Sistemas por la Universidad Católica de Asunción, dejó 12 años el ejercicio profesional para sucumbir al desafío de crear. Propietaria de AKI, acude a la simbiosis de cuero y artesanía nacional en diseños que representan internacionalmente al país.

nadia.cano@abc.com.py

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